Financiar una guerra

La guerra de Ucrania va hacia un alto el fuego y una paz tensa, o va, gracias a la complicidad de Trump, hacia una victoria clara de Putin. Sea una u otra, en Europa necesitará un salto importante en su capacidad de defensa. Para desanimar al agresor potencial y estabilizar una guerra fría o, peor, para luchar la guerra caliente en buenas condiciones. Ojalá seamos lo suficientemente hábiles para garantizar la primera opción.

Se plantea, pues, el problema clásico de cómo financiar una guerra. La tipología de medidas es conocida: imprimir billetes, impuestos, deuda, incautaciones al adversario. La primera no es recomendable: genera inflación. Las incautaciones en gran volumen, aunque fueran posibles, tampoco: generan demasiado resentimiento. El gasto que una guerra necesita es extraordinario y lo lógico es hacerlo posible suavizando el golpe, recurriendo primero a empréstitos (de bancos o vía emisión de bonos) y después, progresivamente, a ingresos fiscales ordinarios.

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El debate europeo sobre la cuestión no ha hecho más que empezar. No se llegará a una conclusión bien definida hasta que no se concrete el grado de urgencia. Es decir, la temperatura del conflicto. Pero ya existen algunas ideas y decisiones. En resumen: Europa contempla todas las vías, excepto la de la inflación (aun así, la actuación del BCE importará). En la medida en que domine la urgencia –algo seguro inicialmente– deberá ser la del endeudamiento. Un Consejo extraordinario de la UE acaba de aprobar un plan presentado por Von der Leyen de un coste global de 800.000 millones de euros, cerca de un 5% del PIB de la UE. No es asumible de repente con impuestos, pero lo es con deuda. Pasar por razones extraordinarias del 90% sobre el PIB actual al 95% entra dentro del nuevo ordinario.

Ahora bien, si, como parece, habrá que atender una guerra fría larga, la metodología de financiación debe ser dual. Inicialmente, habrá una punta de gasto que se atenderá con deuda. Pero pronto los ingresos ordinarios (impuestos) tendrán que tomar protagonismo. Burikov y Wolff, del think tank Bruegel estiman en 250.000 millones de euros la necesidad de aumento de gasto anual. De nuevo, es una magnitud asumible si se llega progresivamente (especialmente si el contexto es el de una economía en crecimiento). En resumen: combinaremos deuda con ingresos de impuestos ordinarios, más deuda al principio y más ingresos ordinarios en la nueva normalidad que seguirá en el choque inicial.

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Siendo como es Europa, a partir de ahí todo se complica. Una pregunta clave: ¿quién se endeuda, la UE o los Estados miembros? Rompiendo un tabú, los Next Generation –de un volumen similar a la propuesta de Von der Leyen– se han financiado con endeudamiento de la UE. Sería lógico que el nuevo programa de defensa también se financiara así, pero la vía propuesta opta principalmente por permitir un endeudamiento específico de los estados miembros. ¿Cómo? Una posibilidad sería que la responsabilidad la asumieran los menos endeudados. Esto pondría mucho peso sobre Alemania y sería demasiado rompedor para ella. Otra sería la proporcional: todos los estados pueden expandir su deuda en igual proporción del PIB. Adoptarla necesita que la maniobra parlamentaria alemana para relajar su "freno de deuda" tenga lugar este marzo, antes de que se abra el nuevo Parlamento. Pero, aun así, es la más realista. También, argumentaré, la más deseable para España.

El planteamiento proporcional va de la mano de no prever la formación de un ejército europeo, lo que puede funcionar bajo cuatro condiciones: una coordinación muy fuerte de los mandos (uno único en tiempos calientes), una planificación conjunta, una estandarización de los equipamientos (las piezas de repuesto deben ser intercambiables) y un desarrollo conjunto de grandes equipamientos (etc.). La lógica de la financiación llevará inevitablemente a una distribución del gasto alineado con la contribución de cada estado. El principio del "retorno justo" (recibir tanto como se contribuye) es pesado pero es practicable. Ha funcionado en propósito de Airbus. Tiene también la virtud de crear empleo en todas partes y, por tanto, de arraigar la política de defensa. Razón por la que es importante que el grueso del gasto se materialice en Europa.

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España no debería ser reacia, al contrario, a un programa europeo de defensa de este estilo. Si lo es será irrelevante en Europa. Cuando van mal datos, hay que estar ahí. Hoy nos toca apoyar a los conciudadanos del este, mañana ellos estarán por nosotros. Crisis en el sur no faltarán. Celebro, pues, que el presidente Sánchez haya apoyado. Pensamos también que se nos permitiría un endeudamiento adicional (quizás de hasta el 5% del PIB, asumible) con una condicionalidad que, si conseguimos que el conflicto sea frío, comportará mucha inversión en tecnologías avanzadas de doble uso: ciberseguridad, IA, materiales, etc. Una oportunidad para la agenda de mejora de la productividad, central para Cataluña y España.