¿Formar DJs? No abandonamos a quien abandona

El abandono escolar es un desastre que compromete el futuro de muchísimos jóvenes. Pero es un desastre que podemos dar la vuelta. Para hacer frente tendremos que buscar parte de la solución, sin duda, en las enseñanzas postobligatorias.

Es evidente que una buena planificación de la formación profesional debe tener en cuenta la situación del mercado laboral. Nadie discute una cuestión tan elemental como ésta, por lo que desde las administraciones se intenta armonizar dos intereses que no siempre confluyen: las expectativas vitales de los jóvenes y la demanda de las empresas. Podemos prestigiar –y prestigiamos– profesiones absolutamente indispensables para fortalecer el ecosistema empresarial del país; más complejo será que la juventud de 16 años, recién terminada la etapa obligatoria, se sienta atraída. No desfallezcamos y persistamos en el intento de conseguirlo. De hecho, se realizan grandes esfuerzos para asegurarnos que el alumnado que acaba 4º de ESO conoce todas las opciones formativas.

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Pero imaginamos por un momento un mundo gobernado por un genio ordenador infalible, capaz de ofrecer el tipo y número exacto de plazas que el alumnado pide cuando termina la ESO. Si esta sociedad siguiera sufriendo abandono escolar prematuro, seguiríamos teniendo un problema. Por tanto, uno de los retos más relevantes que hoy por hoy tiene el sistema educativo en esta ciudad –y, de hecho, en todo el país– es la lucha contra este fenómeno. Es un desafío que debemos ser capaces de compaginar con la necesidad de proveer de profesionales cualificados a todas las empresas que necesiten.

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Y es que para luchar contra el abandono no sólo es necesario tener en cuenta la demanda del mercado laboral, sino también los intereses de la juventud. ¿Pero de qué sirve mantener al sistema educativo personas que han elegido un ciclo medio con escasa demanda por parte de las empresas? Muchísimo. En realidad, es fundamental. Sobre todo porque en muchos casos la alternativa es el abandono. Si no podemos animar a la juventud con determinados ciclos, debemos encontrar alternativas para que no salgan del sistema. Un caso interesante ha sido el ciclo medio de vídeo, disc-jockey y sonido, una enseñanza que según publicaba este mismo diario tiene una demanda laboral limitada y, en cambio, interesa enormemente al alumnado. Pero ponemos la mirada larga: este ciclo no sólo ha servido para retener al sistema educativo al alumnado que cursa estos estudios, también nos ha permitido animar a un número importante de estudiantes que no pudo acceder por falta de plazas ofreciéndoles un bachillerato profesionalizador, más práctico que las modalidades habituales de bachillerato, con un enfoque más atractivo para los jóvenes.

La formación profesional es un lugar en el que el alumnado adquiere el conocimiento técnico de un ámbito concreto, pero también donde poder imbuirse de una serie de competencias transversales que le capaciten para desarrollarse en cualquier ámbito profesional. Es más, debe dotar a las personas con habilidades que les permitan encarar el futuro con la madurez que requiere. Si seguimos caminando de la mano de las empresas, estos jóvenes tendrán tiempo de especializarse y encontrar su sitio en el mercado laboral, donde podrán completar su formación ya dentro de la empresa. Dejemos que el profesorado de los centros de formación profesional realice su trabajo, que incluye también un ámbito crucial de orientación. Los ciclos medios deben servir a los alumnos para adquirir conocimientos y competencias, pero también para tomar confianza en sí mismos y para ser capaces de adaptarse a las circunstancias. Porque sí, hoy faltan carpinteros, fontaneros y mecánicos, pero nadie sabe qué burbuja estallará en el futuro ni cuál será la demanda del mercado laboral dentro de una década.

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Por tanto, nuestro deber es formar personas con la capacidad de acomodarse a la volatilidad económica que vivimos, con las competencias y habilidades que requieren hoy las empresas y con la capacidad de adaptarse a las que será necesario adquirir mañana. Debemos seguir trabajando para forjar alianzas con las empresas, y todos debemos tomar conciencia de la enorme importancia de ofrecer salidas laborales atractivas para los jóvenes, sobre todo teniendo en cuenta que la tasa de empleo en Barcelona es actualmente altísima.

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Esta estrategia que estamos poniendo en marcha se acompaña de múltiples ejemplos que van más allá de los bachilleratos profesionalizadores y de los ciclos con poca demanda laboral. También pasa por dar prioridad, en la preinscripción, al alumnado de continuidad, por conseguir no sólo aumentar la matriculación de los ciclos, sino por hacer que el tiempo que los jóvenes invierten les sirva para poder ser competentes en un futuro incierto. De hecho, pasa por una mirada holística al sistema educativo que implique a todos los actores para hacer realidad un lugar común a veces vacío de sentido, pero que debemos creernos y recordar día a día: debemos poner al alumnado en el centro.