Sí, Francisco, debería estar en catalán
Miremos las noticias, y vemos las guerras entre Rusia y Ucrania y entre Hamás e Israel, o los recientes actos de terrorismo en Francia y en Bélgica, o la hilera interminable de personas que atraviesan el mar para llegar a Europa. Son hechos que convierten en incómodo, por menor, el comentario de cualquier otra disputa que pida paso para hacerse un hueco entre los titulares informativos. Pero según qué tampoco se puede pasar por alto.
Es el caso de lo que ocurrió en Roma. Incluso al papa Francisco le pareció extraño que en un acto de la Cofradía de Nuestra Señora de Montserrat, con la Escolanía cantando el Virolai, la fórmula de la bendición no fuera en catalán. Pero el papel que le habían puesto delante estaba en castellano. "¿No debe ser en catalán?", preguntó al arzobispo de Barcelona. Y el cardenal Omella le contestó que no.
No se trataba de hacerlo intervenir en una lengua con la que no está en contacto. E incluso una parte, la más directamente dedicada a la Moreneta de su discurso, fue redactada en castellano en Montserrat, a requerimiento del Vaticano, como ocurre normalmente en este tipo de actos en los que el Papa necesita un acercamiento al tema de qué habla, que le proporciona la parte interesada.
Pero si al final el Papa no pronunció unas pocas frases en catalán es por la falta de sensibilidad para que sea así, o dicho de otro modo, por el especial interés para que no sea así de las pocas personas que tenían capacidad para introducirlas, de aquí y de Roma. Y por eso se llega al revelador absurdo que sea el Santo Padre quien se pregunte si la bendición no debería ser en catalán y que sea el cardenal de Barcelona quien le diga que no, como si el catalán no fuera una lengua que, sin ir más lejos, han utilizado los inmediatos predecesores de Francisco, Benedicto XVI y Juan Pablo II. Es una secuencia que habla por sí misma del control ferreño de la Iglesia española sobre la catalana.