Freno al fraude
En plena época de la exaltación del consumo salta una noticia relativamente sorprendente: uno fraude relacionado con el consumo obligatorio de la baliza V-16 que tendrán que llevar todos los coches a partir del mes de enero si no quieren que les caiga una multa. Facua, organización que defiende los derechos de los consumidores, es quien ha acusado a la DGT de promover un fraude masivo por la laxitud de las homologaciones de esta lámpara obligatoria. Esto significa que muchos consumidores han comprado un modelo teóricamente homologado pero que, en realidad, no lo está, por lo que tendrán que realizar otro gasto si no quieren recibir la sanción pertinente. En caso de accidente, no llevar la luz homologada por la DGT tendrá un coste de 200 euros. Y de 80 euros si en un control rutinario no llevas ninguna. Independientemente de lo que pensamos sobre este sistema inventado por dos ex guardias civiles para, supuestamente, evitar los accidentes a la hora de poner los triángulos –y que de momento sólo se utilizará en España, como si en los demás países no hubiera accidentes por los triángulos– y sobre la posibilidad de que las luces homologadas por la DGT sólo sirvan para tenernos a quien le toca el recibir. Quien se lleva los cuartos. Porque, finalmente, una mala gestión siempre acaba suponiendo un gasto extra para los consumidores. Y en caso de hacer una reclamación, suma la extra en tiempo y paciencia.
La epidemia de gripe ha vuelto a poner las mascarillas "de moda". No hace falta echar demasiado atrás para recordar la estafa que tuvo lugar en tiempos de pandemia y el dinero público (muchos) que se embolsaron manos privadas (pocas). La mascarilla también era obligatoria. Y también se ponían multas en caso de no llevarla.
Pero volvamos a lo mismo. Aquí, el debate no es si la mascarilla o la baliza son necesarias. Es otro debate. Muy lícito y necesario. Aquí el tema es quien se enriquece y por qué con las obligatoriedades que imponen los gobiernos. Y por qué, ¡oh, sorpresa!, siempre hay ladrones en la ecuación. Entiendo que son propuestas muy golosas, pero ¿de verdad no se puede evitar la estafa? ¿Siempre deben acabar pagando los consumidores, la mayoría de los cuales no reclamarán porque reclamar es mucho más pesado que pagar? Todo ello es casi tan desesperante como ver que, desde la prohibición de las llamadas comerciales no deseadas, las llamadas comerciales no deseadas siguen invadiendo los teléfonos, al tiempo que algunos siguen llenándose la boca con la protección de datos. En la era del máximo gasto en seguridad es cuando más indefensos nos sentimos. Paradojas de un mundo extraño.
Otro ejemplo de gasto absurdo. Hace poco tuve que realizar un curso de riesgos laborales. Era una obligación para poder seguir trabajando. El curso consistía en explicarme durante una hora cómo debía subir a los andamios, qué gafas tenía que ponerme para protegerme los ojos de las chispas cuando utilizaba la radial y recordarme que debía ponerme los auriculares protectores cuando utilizara el martillo perforador. Es verdad que gracias al curso he descubierto que me dedico al sector de la construcción, yo que siempre pensé que trabajaba en el de la comunicación. Bromas aparte, es indignante que, con lo que cuestan estos cursos, las empresas que los realizan no estén obligadas a adaptarlos a su medio laboral.
Como la lista de ejemplos es larga, en algún momento se debería poner freno a los trapicheos del personal en el que o te venden una baliza sin homologar o las mascarillas a precio de caviar. En algún momento debería ponerse primero el freno que la reclamación. Para variar.