Gaza: voces desde Israel

En junio de 2024 publiqué un artículo defendiendo la solución de los dos estados en el conflicto Israel-Palestina. Ha pasado más de un año y el horror de Gaza sigue. Vuelvo al tema. Desde dos ángulos: el moral y el político.

Moral. El 6 de agosto de 1945 Estados Unidos lanzó la bomba atómica sobre Hiroshima. El efecto fue una gigantesca masacre de población civil, incluyendo un segmento cuya inocencia no podía cuestionarse por más retorcido que fuera el argumentario: los niños. Hiroshima no puede superar ningún test de moralidad. Es una mancha en la historia de Estados Unidos, que en el futuro celebrará Normandía pero se avergonzará de Hiroshima.

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Es lo mismo en lo que se refiere a Gaza. Con el agravante de que es ahora y que pasa delante de nuestros ojos. En el futuro Israel celebrará las operaciones quirúrgicas de la guerra con Irán, pero se avergonzará de Gaza.

Política. Simplificando, en Israel tenemos dos pulsiones sociales. Describo extremos. Una sería la mesiánica o Kahanista. La existencia de Israel no respondería a una dinámica defensiva frente al antisemitismo, los pogromos y el Holocausto, que la ONU intentó encajar en 1947 en las complejidades del mapa de Oriente Medio. No, la tierra de Israel, del río al mar, fue otorgada por Dios al pueblo judío. Es lo que hoy justificaría la colonización de Cisjordania y la ocupación de Gaza, mañana la anexión de Gaza y de Cisjordania, y pasado mañana el impulso de procesos migratorios justamente descriptibles como de limpieza étnica. Y al final, la construcción del Tercer Templo y la constitución de Israel como estado teocrático.

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El Kahanismo es todavía minoritario, no cubre ni mucho menos todo el sector conservador, religioso o de los colonos, pero su influencia ha crecido desproporcionadamente por dos razones. La primera es que la masacre de Hamás el 7 de octubre de 2023 ha desplazado la opinión pública de Israel hacia la priorización de la seguridad. La intransigencia del mesianismo resuena en este estado de opinión. La segunda es la polarización que ha llevado al Likud –dirigido por Netanyahu– a articular una mayoría exigua en el Parlamento que ha dado entrada al gobierno a dos partidos en el extremo mesiánico.

Los gobiernos Netanyahu han hecho lo que han podido –como dar alas a Hamás en Gaza– para desestabilizar a la Autoridad Palestina y para hacer imposible los dos estados. Su gobierno ha buscado la seguridad por la fuerza. Es indudable que Israel, para defenderse, necesita fuerza. Pero, idealmente, la necesita para no ejercerla y negociar. En vez de esto, Netanyahu la ha ejercido tanto y ha negociado tan poco que vive en la falsa ilusión de la autosuficiencia defensiva. Su política (no Israel) está perdiendo el apoyo de Europa, de los demócratas americanos y quizás de un tercio de los republicanos. De hecho, solo cuenta con Trump, persona de notoria volatilidad. Una situación muy peligrosa para Israel.

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La otra pulsión, que llamaré secular, ve la perspectiva de dominación sobre una gran población palestina sin derechos políticos como la desnaturalización de su democracia. Es lo que llevó a Sharon a abandonar Gaza en el 2005, un experimento que habría funcionado si no se hubiera facilitado la consolidación de Hamás por encima de la Autoridad Palestina. Tampoco simpatiza con la colonización (excepto por el entorno de Jerusalén) y acabaría aceptando un compromiso con intercambio de territorios, en la línea de Camp David.

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No todo está perdido. En 2026 habrá elecciones. Un nuevo gobierno de base secular ayudaría a poner en marcha una interlocución constructiva de Israel con el mundo y su entorno geopolítico. Nada va a ir rápido, pero es la dirección que puede concluir en dos estados con mutuas garantías de seguridad.

El espacio secular se está moviendo y se posiciona con firmeza en el tema de Gaza. Limitándome al mundo de la academia, que es el mío, traduzco (del inglés) una declaración –recientemente publicada en Haaretz, el medio más comprometido con el secularismo– de 346 académicos, un buen número de los cuales muy distinguidos:

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"Nosotros, ciudadanos de Israel afiliados con instituciones académicas en el Estado de Israel, compartimos como ciudadanos la responsabilidad por las horrorosas acciones llevadas a cabo en nuestro nombre en la Franja de Gaza, particularmente el desprecio por la vida humana, la política del hambre y la destrucción de las ciudades de Gaza.

Hacemos un llamamiento a todos los implicados en la aplicación de esta política a no cooperar con ellos.

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¡Es nuestra obligación humana!"

Estas voces son la esperanza para un enderezamiento. Tenemos que ayudarlas, pero tenemos que hacerlo bien. Por ejemplo, los boicots a las universidades de Israel las debilita. De hecho, animan a los académicos israelíes a emigrar. Son un gran favor a Netanyahu y los mesiánicos. Nos lo agradecerán: como Trump, tienen a las universidades como enemigo principal.