El poder de la gente

La semana pasada, la detención de los tripulantes de la Flotilla que estaba llegando a Gaza con ayuda humanitaria por parte del gobierno israelí, fue la chispa que encendió todas las hogueras. En toda Europa, donde desde hacía semanas había muestras de rechazo al genocidio cometido por el gobierno de Netanyahu, la gente salió a la calle siguiendo el impulso que nace dentro de cada uno, y es así como suelen generarse las grandes manifestaciones colectivas.

En Barcelona, ​​como en otras ocasiones, ha habido las movilizaciones más espectaculares. La del pasado jueves, día 2 de octubre, fue posible gracias a esta reacción impulsiva de la gente, que es genuina y tiene mucha fuerza: cuando la injusticia te rebela y ya no puedes quedarte en casa.

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Como era 2 de octubre, las imágenes de la multitud desgañitándose, la energía que desprendía, me hizo pensar en el Primero de Octubre. El día antes, los telediarios habían recordado su octavo aniversario volviendo a mostrar escenas de ese día tan largo, difícil y glorioso.

De esta mezcla de emociones han salido dos reflexiones, una negativa y otra en positivo. La negativa es, y se repite cada octubre desde el 2017, el dolor lacerante que provoca saber que toda esa fuerza colectiva, de una potencia extraordinaria que todavía no sabemos valorar en la justa medida, se desperdició. No sé si queda nada, probablemente sí que ha dejado un poso que ahora mismo no sé ver. Pero en cualquier caso fue una ocasión perdida, no sé si para conseguir la independencia, pero sí para que la gente pudiera creer en su fuerza (como decía el poeta). En otoño del 17 la decepción fue monumental, en proporción a la magnitud de la lucha mantenida en años anteriores. Muchos de los que vivimos con intensidad el 1 y el 3 de octubre ahora arrastramos el lastre de esta frustración cuando llega la hora de salir de nuevo a la calle, aunque la causa sea tan indiscutible como el genocidio de la población de Gaza.

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La reflexión positiva o esperanzadora es que en toda Cataluña hay todavía mucha gente que tiene el impulso necesario para atizar las movilizaciones. En la gran manifestación del sábado, seguro que había, pidiendo la libertad de Palestina, muchos hombres y mujeres que defendieron la libertad de Cataluña el Primero de Octubre, mucha gente con una fortaleza ejemplar. Y también hay mucha gente joven, mucha, que en el año 17 eran niños. La juventud tiene, pues, una fuerza y ​​un ímpetu para la lucha que no se agota, que rebrota con cada nueva generación.

Ante la deriva política que está cogiendo el mundo, sólo nos queda creer en la fuerza de la gente. Hay que salir a la calle, hacer huelgas, inventar nuevas formas de protesta, porque tenemos y tendremos muchas razones para protestar. Desde las domésticas: la vivienda, Cercanías, la infrafinanciación, la lengua, hasta las globales: la libertad de expresión, el antiracismo, el feminismo, la paz.

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Y, por favor, releamos a los poetas: la gente no se da cuenta del poder que tiene. Y recordemos que sólo los pueblos que honran a sus poetas merecen un futuro mejor.