Giros de guión en el infierno
Que Hamás haya aceptado las condiciones del plan de paz de Trump (empezando por la liberación de los rehenes y continuando por la aceptación de un gobierno independiente temporal; no se les puede recriminar que no quieran Tony Blair) y que Trump haya dado por válida esta respuesta y haya declarado que "Hamás está preparado para la paz" ha sido una secu. ¿Hay letra no ya pequeña sino oculta, por parte de Trump y por parte de Hamás? ¿Y por parte del gobierno de Israel? La respuesta positiva de Hamás ha llegado en plena invasión de Ciudad de Gaza y en pleno encarcelamiento de los miembros de la Global Sumud Flotilla, un episodio que quizás Netanyahu y su ejecutivo consideran menor pero que ha acabado de rematar el altísimo coste reputacional que ha tenido y tendrá en el futuro, para Israel, lo que ya no pueden evitar que gran parte de Gadi.
La extrema volubilidad de Trump y la historia de Hamás no invitan a ningún tipo de optimismo, pero a la vez sus movimientos representan una esperanza, aunque sea tímida y frágil, de poner fin al baño de sangre con el que Israel fustiga a Palestina desde hace dos años. Ahora le toca mover pieza al gobierno de Israel: en el momento de escribir esto ha anunciado el paro de la invasión (ellos llaman "conquista") de Ciudad de Gaza, a la espera de cómo se desarrollen las negociaciones sobre el plan de paz. Pero sólo se trata de eso, de un anuncio, porque las tropas no se han retirado. Como curiosidad, consignamos que esta situación deja el argumentario de los sionistas nostrats como lo que es: un delirio belicista que no tiene ninguna relación con la realidad, y que sólo saben defender con mentiras, insultos y alguna amenaza.
Dinero (montañas de dinero) y egolatría (una montaña de egolatría): conviene no olvidar que éstos serán los dos parámetros dentro de los que discurrirán las negociaciones de un acuerdo de paz. El martes cumplirá dos años exactos de los atentados, otro baño de sangre, de Hamás contra la población civil israelí que marcaron el inicio de esta guerra. La respuesta del gobierno ultraderechista y ultrarreligioso presidido por el cínico Netanyahu ha sido una guerra de limpieza étnica y una campaña de victimismo que se ha vuelto contra ellos y les ha hecho perder por completo lo que se conoce como el relato del conflicto. Lo que se perpetra en la Franja de Gaza (todavía ahora, mientras escribo este artículo y mientras usted lo lee) es un genocidio. Y se han cometido y se cometen allí crímenes de guerra y contra la humanidad que deben ser juzgados en los tribunales internacionales.
Pero a lo que no han renunciado los ultras sionistas es a hacerse suya la Franja de Gaza, ni a enriquecerse reconstruyendo lo que ellos mismos han destruido. Tampoco ha renunciado Trump, que a la vez ambiciona, más que ninguna otra cosa ahora mismo, "su" Nobel de la paz, sólo para dar gusto a su megalomanía. A partir de estas premisas, todos los giros de guión, incluidos los más contradictorios, están todavía abiertos y todo es posible. Incluso, ojalá, la paz.