Tres o cuatro Navidades
Hace sólo unos días, un amigo me regaló dos libretos editados a principios de la década de 1930 por el Foment de Pietat Catalana, fundado en 1909 por Eudald Serra i Buixó. No hablemos de un año cualquiera: es el de la Semana Trágica. Los dos volúmenes que les comento contienen las encíclicas Rerum Novarum (1891) de León XIII y Cuadragesimo Anno –más conocida como Restauración del orden social– de Pío XI (1931). La traducción está hecha en un catalán normalizado pero al mismo tiempo arcaizante; la de Rerum Novarum es de 1933, y la de Cuadragesimo Anno de 1931. En la década de 1930, en plena crisis económica mundial y de ascenso de los totalitarismos, estas encíclicas adquirieron protagonismo en el seno del debate social y político europeo. Podían ser leídas como una suerte de tercera vía entre el capitalismo liberal, que la crisis de 1929 había desacreditado profundamente, y un comunismo que avanzaba como alternativa radical y que la Iglesia consideraba incompatible con sus principios. En ese contexto turbulento, la recepción de la doctrina social católica fue diversa ya menudo contradictoria.
Algunos interpretaron Rerum Novarum como el fundamento doctrinal de un modelo social cristiano que defendía la justicia laboral, el salario justo y la intervención del Estado para corregir los abusos del mercado. La publicación de Cuadragesimo Anno en 1931 consolidó esta lectura. Con un lenguaje diferente, Pío XI actualizaba el mensaje de León XIII, denunciando la concentración del capital y la deshumanización del trabajo. Rechazaba el socialismo colectivista y reafirmaba la propiedad privada como derecho natural, pero subordinado al bien común. Una de las propuestas centrales de la encíclica –la organización corporativa de la sociedad en cuerpos profesionales e intermedios– obtuvo una recepción ambivalente. Para los movimientos católicos democráticos representaba una alternativa moderna y equilibrada. Sin embargo, los regímenes autoritarios de inspiración nacionalcatólica, como Portugal o la España franquista posterior, el corporativismo lo leyeron como una justificación doctrinal para estructuras jerárquicas y pseudodemocráticas. Sin embargo, cuidado a la hora de simplificar aquellos tiempos. El 4 de junio del año 1931, el diario La conquista de Ramiro Ledesma, fundador de las JONS, llevaba en portada esta consigna: "¡Viva la Italia fascista! ¡Viva la Rusia soviética! ¡Viva la Alemania de Hitler! ¡Viva la España que haremos! ¡Bajo las democracias burguesas y parlamentarias!". Esto está escrito el 4 de junio del 31: se está refiriendo, pues, a la República Española, no al muy posterior régimen de Franco. La extraña sucesión de vivas y signos de admiración eran entonces más coherentes de lo que parece hoy. La URSS y la Alemania nazi tenían en común, entre otras muchas cosas, el rechazar la democracia parlamentaria y el cristianismo.
Es probable que para muchas personas la Navidad de hace noventa años, por poner una cifra redonda, no fuera como los demás. En el horizonte ya empezaba a vislumbrarse la tensión entre las democracias liberales y los regímenes totalitarios de derechas o de izquierdas, y la encíclica de León XIII no encajaba con ninguna de las dos. El cristianismo no pasaba por un buen momento, y esto hace aún más meritorio y visionario el Manifiesto de Emmanuel Mounier de 1936, que hoy en día reivindica una cierta izquierda. Una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, las cosas cambiaron radicalmente. En mayo de 1950, el francés Robert Schuman propuso una unión comercial entre enemigos recientes, que terminó siendo la Unión Europea. Esto no habría sido posible sin la valentía del alemán Konrad Adenauer y del italiano Alcide De Gasperi. La Navidad de 1950 fue muy distinta a la de 1940: los tres fundadores más relevantes de la Europa actual eran católicos practicantes y veían la reconciliación europea como un proyecto con una fuerte inspiración ética cristiana.
Interpretando quizá con cierta precipitación determinados fenómenos de la cultura popular, algunos creen que esta Navidad de 2025 está marcada por un supuesto resurgimiento de la espiritualidad católica. Si la salud nos ha acompañado, ya hablaremos dentro de diez o quince años, de este resurgimiento. Hay hechos que se cuentan por horas, o incluso por minutos; otros tienen un recorrido de meses; otros, de años; finalmente, algunos requieren la perspectiva de décadas, o incluso de siglos –Montserrat ha conmemorado este año su primer milenio–. Esto no significa que no esté ocurriendo nada. Está pasando, y tiene mucho que ver con el agotamiento de un mundo que algunos jóvenes, no sé cuántos, ya no perciben como suyo.