Guerra
La guerra de Rusia contra Ucrania y el exterminio o genocidio de los palestinos a manos de Israel nos han llenado de noticias –de relatos– sobre crímenes cometidos por militares contra la población civil, bajo la siempre vaga excusa de la necesidad de defender a la patria.
En el caso de Gaza, la comunidad internacional ha asistido, entre impotente e impávida –ambos adjetivos son terribles, aplicados aquí–, a bombardeos de escuelas y hospitales; a asesinatos de sanitarios, de periodistas e incluso de rehenes israelíes, muertos por sus propios soldados; a ataques contra campos de refugiados en los que las personas han sido quemadas vivas dentro de las tiendas de campaña, y a un bloqueo de la ayuda humanitaria que ha supuesto la agonía y muerte de hambre de miles de personas, y finalmente ahora vemos que el reparto de víveres se convierte también en una trampa mortal en la que los soldados israelíes matan a los palestinos que se acercan a recoger comida por el simple gusto de matarlos. Todas las normas de los tratados internacionales han sido rotas y han saltado por los aires, y no es ningún secreto que dentro del gobierno integrista y ultraderechista que preside Netanyahu se ve esta ocasión como la definitiva para eliminar a la población de Gaza y conseguir su control. Ven llegado el momento de aplicar la solución final, y utilizan justamente estas palabras porque su cinismo es así de descomunal.
Si Netanyahu y su gobierno ocupan el círculo noveno –el más bajo– de los criminales de guerra, Putin y sus aliados (con los EEUU de Trump al frente) se encuentran justo en el círculo anterior. Aparte de miles de crímenes en forma de asesinatos, violaciones y saqueos en territorio ucraniano, el ejército ruso se ha visto reforzado por un grupo paramilitar como Wagner, mercenarios asesinos alquilados para hacer la guerra sucia. Tras el extraño episodio de su amotinamiento contra Putin (en el que ocuparon la ciudad de Rostov y llegaron a marcharse con tanques hacia Moscú), y de la previsible muerte de su fundador y líder, el estrafalario examigo de Putin Evgeni Prigojin, el Grupo Wagner desapareció, pero los criminales que formaban parte de él no solo no han sido desactivados sino que han sido simplemente integrados, de manera formal, en el ejército ruso. Rusia reconoce oficialmente haber perdido a más de cien mil soldados desde el comienzo del conflicto (aunque hay motivos para pensar que sean más del doble), y también desde el comienzo Putin ha situado en medio la amenaza del ataque nuclear. Otros países, como India y Pakistán, han invocado hace pocos días el fantasma del terror nuclear.
En este contexto, el primer ministro británico, Keir Starmer, oficialmente progresista pero siempre dispuesto a alinearse con el conservadurismo global, abraza el discurso belicista y anuncia la multiplicación de su presupuesto armamentístico, a la vez que pide a los ciudadanos de su país que se preparen para la guerra. ¿Cuándo? ¿Contra qué enemigo? No hace falta subrayar que el miedo convierte a los humanos en dóciles, resignados, y pocas cosas dan más miedo que la amenaza de una guerra inminente.