Hará falta un nuevo tsunami

Pues sí, hará falta un nuevo tsunami, o varios, pero no ahora. Ahora la batalla es otra. Ahora los partidos independentistas tienen la llave de la gobernabilidad en España, pero no la tendrán siempre; la tienen que aprovechar en este momento favorable. Primero, para alinear al PSOE y Sumar en la lucha contra la represión. Segundo, para consolidar el peso relativo del soberanismo periférico que gana terreno en Euskadi, Galicia y, sin embargo, mantiene posiciones en Catalunya (ojalá una estrategia unitaria de la vieja Galeusca). Yx, en tercer lugar, para cerrar el paso a este monstruo de dos cabezas, ese tipo de infección fascistoide que encarnan el PP y Vox, que está gangrenando buena parte de las instituciones locales y autonómicas, del poder económico y mediático, y especialmente de la judicatura: el poder de las togas, que es ademocrático, endogámico, parcial, y que en vez de garantizar el estado de derecho se ha convertido en su principal amenaza.

Que Junts presione al gobierno Sánchez es fácil de entender, porque tiene que convencer a los suyos, después de años de proclamas inflamadas, de que la apuesta por la negociación es un mal menor (a Lluís Llach, por cierto, no lo han convencido). Puigdemont tiene que demostrar que, si bien ha cambiado de estrategia, su partido siempre va un paso más allá que ERC, y como eso ya había ocurrido al revés, no debe sorprendernos. Pero una cosa es la escenificación y la otra son los hechos. La amnistía tiene que salir adelante, aunque no pueda prever todas las prevaricaciones de García Castellón y compañía. Si Bildu, con su historial y su volumen de presos, ha entendido la excepcional importancia del momento con su voto favorable a la ley, también debería acabar haciéndolo Junts. La amnistía supondrá un beneficio rápido e inmediato para cientos o quizás miles de personas.

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Y sin embargo, no podemos conformarnos. Es bueno intentar mejorar la ley, y si no, hay que pactar con el PSOE qué ocurre al día siguiente, qué medidas suplementarias se toman para cortocircuitar los delirios de García Castellón y proteger a nuestros “terroristas”. Que la gente de Tsunami, buena gente como Ruben Wagensberg, tenga que hacer las maletas es una humillación difícil de soportar. Quizá sufriremos otras, porque la justicia española hará lo que sea para hacer descarrilar al gobierno de Pedro Sánchez. En estos momentos, hay muchos candidatos a ser acusados de terrorismo o alta traición, y de esa absurdidad difícilmente saldrán condenas firmes, pero puede aplazar el regreso de los exiliados, y hacer que haya más, porque mucha gente no está dispuesta a sufrir un encarcelamiento preventivo de larga duración. Es necesario que la mayoría que gobierna España encuentre los mecanismos para evitarlo.

Asumiendo, pues, nuestra debilidad estructural, es obvio que debemos esforzarnos en conservar la única palanca de poder real que tenemos, y en utilizarla bien, con inteligencia y mirada larga. La amnistía, se quiera o no, será un éxito para Catalunya y un sapo para España. Vendrán más, si entendemos lo que la coyuntura pide. Lo cual no excluye lo que todos sabemos, y es que Madrid es la sede de una democracia enferma, y que tarde o temprano harán falta más tsunamis, que ojalá se nutran de los errores del primero, porque, como muy bien nos acaban de demostrar nuestros agricultores, llega un momento en el que la política institucional se queda corta y la fuerza de la movilización se convierte en un deber ciudadano.