Hartos de Díaz Ayuso

Isabel Díaz Ayuso es la reina de los titulares. La presidenta madrileña ha logrado posicionarse como una de las figuras más mediáticas y polémicas de la política española y utiliza el gobierno de la Comunidad de Madrid solo como un pretexto para intervenir en la política estatal para ir ganando terreno e influencia, hasta hacer sombra al propio líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo.

Es evidente que Ayuso utiliza su plataforma para impulsar un proyecto de carácter personalista que la sitúa como una alternativa potente en el PP. En vez de limitarse a gestionar los asuntos regionales, la estrategia de Ayuso pasa por amplificar los conflictos con el gobierno español y, en particular, con Pedro Sánchez. No sorprende que esta confrontación sea uno de sus principales activos: cuanto más dura sea con Sánchez, más capital político gana entre su base. Así se construye como una líder beligerante que no cede ante el sanchismo, el término con connotaciones totalitarias que utiliza para deslegitimar cualquier acción del presidente socialista. Este ataque frontal, a menudo desproporcionado, forma parte de su discurso habitual, que le sirve de constante munición contra toda la izquierda.

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Pero Pedro Sánchez no es el único blanco de Ayuso. Catalunya ocupa un espacio central en su retórica, tal y como ha sido habitual en el discurso de la derecha española. Ayuso se presenta como una defensora intransigente de la unidad de España y, para ello, ataca con dureza cualquier intento de diálogo con Catalunya. La propuesta de financiación singular, que considera una ruptura del Estado, o la amnistía para los líderes independentistas, son puntos recurrentes de su estrategia de confrontación. La cuestión catalana, lejos de ser analizada con complejidad, se reduce a un discurso simplista de "ellos contra nosotros", donde Madrid (y ella misma) se presenta como guardián de la soberanía nacional.

De hecho, no es nada nuevo. También durante el franquismo, la izquierda y los catalanes eran los enemigos de España. La habilidad de Ayuso para aglutinar a su electorado en torno a la idea de un enemigo común le ha permitido consolidar una base sólida, que ve en ella a una líder que no tiene miedo de enfrentarse a los "rojos" y a los "separatistas". Estas simplificaciones son parte de un populismo de manual, maquillado con una pose de modernidad, que busca polarizar y dividir, haciendo uso de una retórica incendiaria que apela a las emociones más básicas del electorado.

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Este populismo también le ha permitido ocupar un espacio político que en otros sitios está reservado a la extrema derecha de Vox. Ayuso ha sabido captar a buena parte de sus votantes con un discurso que comparte muchas claves con el partido de Abascal: la defensa identitaria de la nación, el ataque al feminismo, la demonización de la izquierda y la resistencia a cualquier forma de redistribución territorial o económica que pueda beneficiar a otros territorios en detrimento de Madrid. Gracias a esta estrategia, ha logrado comer terreno a Vox sin tener que renunciar completamente a un estilo supuestamente moderado que la sitúe como candidata viable para un electorado de centroderecha.

Sin embargo, pese a su éxito retórico, Díaz Ayuso se enfrentaría a serias dificultades si tuviera que defender sus políticas en un debate más serio y basado en datos. Los indicadores económicos de la Comunidad de Madrid no presentan una imagen tan brillante como ella quiere creer. Aunque a menudo se jacta del crecimiento del PIB de la región, de la bajada del paro o de su capacidad para atraer inversión extranjera, las comparativas con otras comunidades autónomas revelan que no existen grandes diferencias que justifiquen su triunfalismo.

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Y cuando ponemos el foco en su gestión, cabe recordar que Ayuso ha sido la protagonista de uno de los episodios más oscuros de la historia reciente de la Comunidad de Madrid: la gestión de la pandemia del coronavirus. Aunque ella se presentaba como la defensora de las libertades individuales durante la crisis sanitaria, la realidad es que Madrid fue una de las regiones europeas con más muertes en residencias de mayores. Más allá del ruido, la retórica y la pirotécnica, hechos como estos formarán parte de su legado político.

Isabel Díaz Ayuso ha sabido construir un personaje, una marca política fuerte y divisiva. Pero, al final, detrás de tanto ruido y tanta polvareda hay muy poco grosor político. Para la batalla diaria se puede sobrevivir con eslóganes como "comunismo o libertad" y banalizar los conceptos hasta defender que libertad es poder tomarse una cerveza en una terraza. Pero tanta pirotecnia dialéctica y retórica vacía y frivolidad harta mucho.