Y tú, ¿dónde has ido de vacaciones?

Se acerca la reanudación de la actividad laboral y escolar. ¡Volvemos a la rutina! Con la alegría del reencuentro muchas conversaciones se inician con la pregunta: "Y tú, ¿dónde has ido de vacaciones?" Es una pregunta temida por quienes no se han movido de casa. Un poco cabizbajos, se ven obligados a decir: a ninguna parte. Las vacaciones son un tiempo de ocio y descanso, pero también son, sobre todo, un lugar, un espacio geográfico diferente, donde ir para cambiar de aires y olvidar la rutina del trabajo (o el trabajo que hace sufrir). Hay quien las aprovecha para conocer mundo (Bali, Birmania), hay quien sale de excursión por el Ripollès y hay quien va a la playa unos días con el grupo de amigos. Todo el mundo sale, de acuerdo, pero este salir, ¿qué dirección humana adopta? Se puede ser forastero, visitante y –lo peor de todo– turista. El turista es un depredador, explotador de sitios. El forastero lo mira desde fuera (de ahí la palabra), no pretende entender lo que ve ni profundizar: solo circula por ahí un tiempo. El visitante, en cambio, a veces trata de ser empático, sin embargo, por pocas horas. En los tres casos, no se vive el sitio desde dentro. Ir, se va, de vacaciones, pero rara vez se vive en el sentido de estar, porque querría decir querer quedarse, querría decir una cierta inmovilidad y también una cierta disponibilidad. Un sitio es algo transitorio, puntual. Es lo opuesto a territorio. Territorio viene de tierra. En la tierra se echan las raíces. Explorar un territorio es mucho más que hacer un circuito, como estos turistas encaramados alegremente en el bus turístico con las gafas de sol en la nariz. ¿Qué clase de ciudad puedes explorar desde el segundo piso de un bus turístico? Pues puedes explorar un sitio, pero el territorio es otra cosa muy diferente. Ahora que la gente vuelve a casa, eso es su territorio, porque es donde, sea bien o mal, ha hundido su raíz. A veces no nos gusta el lugar del que venimos, o el lugar donde hemos hecho una vida, porque nos entristece un poco. Pero es nuestro territorio. Un territorio también puede ser mental o espiritual: es el espacio simbólico que recordamos, habitamos por dentro una vez y nos habita por dentro.

Durante las vacaciones, todo el mundo cuelga en Instagram fotografías maravillosas de los lugares que ha visitado. Lugares donde se han hecho excursiones, se han comido los platos típicos, se ha circulado. El sitio puede ser un trasfondo para la figura humana. Puede ser un paisaje. En cambio, el territorio tiene que recorrerse a pie, hay que olerlo, hay que dejarle tiempo para que se nos meta bien adentro. No vemos el territorio en la fotografía: solo un sitio.

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Hay muchas iniciativas culturales del territorio. Estos días me ha llegado la preciosa revista Taga, que se publica en el Ripollès sobre el Ripollès, y he pensado en la importancia primordial de hacer revivir el territorio, donde los caminos –como dice Eva Martínez-Picó en uno de los artículos– "no sean el parque público de una gran urbe".

Ahora la pregunta que mucha gente tiene que hacerse, volviendo de vacaciones, es si sabe a ciencia cierta dónde vuelve: si a un lugar cualquiera, en su territorio… o a ninguna parte.