Me he casado con un robot

A Alicia Framis la entrevistaron hace unos días en la radio. En concreto, en el programa El suplement de Catalunya Ràdio. Framis es una artista catalana que se ha casado con un holograma alimentado por inteligencia artificial (IA) generativa. Cuenta que la idea se le ocurrió hace tres años cuando atravesaba un momento de mucha soledad. No acaba de quedar claro hasta qué punto esto en que se ha embarcado es un proyecto artístico o una apuesta emocional y personal –"Me sentía muy sola, y pensé que me gustaría tener una IA que cuando llegara a casa me preguntara cómo estaba"–, o bien ambas cosas. La artista y su marido, AILex, se casaron en Holanda, y forman una pareja "híbrida" de persona y robot. Alicia parece ser el primer ser humano emparejado con un robot. Es, si se quiere decir así, pionera.

Ella no parece muy consciente de que su marido es una máquina y nada más que una máquina. A AILex lo han programado a partir de características de tres exparejas de Alicia y de otras personas queridas. El holograma, es decir, la forma o encarnación del robot, se ha moldeado de forma similar. Así, el cuerpo es también una síntesis de las exparejas, mientras que la voz es clonada de uno de sus antiguos novios. Framis declara sentirse satisfecha, también con su vida sexual: "El sexo es perfecto. Hay muchas formas de tener placer sexual. Piensa que el órgano más sexual que tenemos es el cerebro. Hay novela erótica, diálogos, respiración..."

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El caso de Alicia, que recuerda el argumento de la película Her, de Spike Jonze, puede parecer una excentricidad, pero no lo es. De hecho, ya existen muchas aplicaciones de IA generativa diseñadas para hacer compañía a las personas que se sienten solas. La demanda de este tipo de programas, de chatbots, tendrá un crecimiento exponencial en los próximos años. La diferencia con el marido de Alicia es que las IA que se comercializan no han sido personalizadas para cada cliente ni unidas a un holograma. Pero ni lo uno ni lo otro presentan muchos impedimentos técnicos.

Resulta totalmente lógico que la IA esté entrando con fuerza en el negocio de la soledad. Hoy hay mucha gente que está más sola de lo que quisiera, es decir, que sufre soledad no deseada, y, además, se trata de un problema que se extiende a gran velocidad. Muchas personas en nuestra sociedad, y en las sociedades similares, querrían relacionarse más y mejor con otras personas y no lo logran. La esfera digital, con todo lo que implica, hace que, paradójicamente, estemos más conectados unos con otros, más cerca que nunca, más juntos que nunca, pero a la vez más aislados que nunca, como anticipó hace un cuarto de siglo Robert D. Putnam en Bowling alone. El sentimiento que esto genera termina desembocando en patologías como la ansiedad y la depresión. Y se vincula al riesgo de morir prematuramente. Todo ello interfiere en las diferentes dimensiones vitales. Las franjas de edad más afectadas son los jóvenes, los jóvenes-adultos y la gente mayor.

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¿Puede la IA generativa paliar el malestar de los hombres y mujeres que se sienten solos? Sí, claro que sí. Los chatbots pueden actuar como un alivio, como un bálsamo que atempera la herida. Pueden ayudar a mejorar el estado de ánimo y en las estrategias de recuperación de las personas atrapadas por patologías como las que citábamos más arriba. Pero atención: hay que tener clara la frontera entre lo que es un humano y lo que es un robot. Los robots de IA poco tienen que ver con una persona. No hay que perderlo de vista. Ellos no tienen conciencia: no son capaces de reconocerse a sí mismos y, por tanto, no tienen ni deseos, ni intereses, ni necesidades. Por supuesto, tampoco sentimientos, lo que, para algunos pensadores, resulta esencial. En opinión de Yuval Noah Harari, por ejemplo, la cuestión última que separa a las personas de los robots es la "capacidad de sufrir" ("the capacity to suffer"). A los robots como AILex les falta al mismo tiempo lo que en inglés llaman agencia moral. Como no tienen libre albedrío (son fruto de la programación), es decir, libertad, tampoco son responsables morales –o de otro tipo– de lo que hacen o dicen.

Las respuestas de un programa de IA son siempre un sucedáneo. Los chatbots contra la soledad, los "amigos virtuales", como, por ejemplo, Character.ai o Replika, están diseñados para producir respuestas plausibles y verosímiles a partir de unos softwarescomplejos basados en la estadística. Y también para satisfacer al usuario. Son una dramatización, una ficción. Una simulación sofisticada, sí, pero solo una simulación. Una ficción que tenemos que ir con mucho cuidado de no confundir con la realidad, con la verdad humana, si no es, claro, que optamos por tragarnos todas las píldoras azules de Matrix y por instalarnos en la alucinación permanente, en la tibieza de la psicosis abismal.