Las caras visibles de lo que queda de Podemos (Ione Belarra e Irene Montero en el papel de heroínas trágicas, el portavoz Pablo Fernández, en el papel de improbable torsimany, y Juan Pablo Monedero como voz en off más bien tétrica) repiten, como justificación de su ruptura con Sumar y su migración al Grupo Mixto del Congreso, que de esta forma se aseguran que podrán hacer política y mantener el compromiso adquirido en las urnas con sus votantes. Parece justo al revés: en ese momento, hacer política consistía en mantener los compromisos con los votantes, sí, pero sin olvidar que se les había votado como parte de otra formación. Guste más, guste menos o no guste nada, la ciudadanía que votaron Podemos en las elecciones generales del pasado 23 de julio lo hizo con plena conciencia de que votaban el Podemos que ya había entrado, con todas las condiciones que ello conllevaba, en Sumar . Aquellos que no quisieron votar este proyecto —armado y levantado en tiempos más que récord y con todas las pinzas y agujas posibles— sencillamente se abstuvieron.
En cuanto a “hacer política”, con cinco diputados en el Grupo Mixto difícilmente podrán hacer mucho más que mercadear, o especular, a las votaciones parlamentarias con sus cinco votos. ¿En qué sentido? Es de esperar que Podemos no le hará el juego en la extrema derecha contra la que ha alertado tantísimas veces, por lo que lo que le quedará será hacerse orar más o menos en cada votación, y de vez en cuando hacerlo alguna muy difícil, o directamente imposible, y después intentar vender cada una de estas negociaciones —y sus resultados— como grandes hazañas políticas. En concreto, como pasas hacia la reconstrucción de una especie de Podemos Auténtico, o la rearticulación de un espacio-a la izquierda-del-PSOE, siempre que los podemitas entienden que Sumar se ha convertido en una marca blanca de los socialistas y que el futuro político de Yolanda Díaz pasa por integrarse en el PSOE.
Pues ya veremos. Por ahora, estos cálculos son el cuento de la lechera. Podemos, como todo el mundo sabe, nació como consecuencia del movimiento 15-M, que a su vez se produjo como respuesta al hartazgo que las políticas de la derecha (el PP en España, CiU en Catalunya) había causado en una parte importante de la población, principalmente la más joven. En apenas diez años ha pasado de ser el buque insignia de la Nueva Política a ser apenas un vestigio. Lo mismo ha sucedido con su réplica de derecha —que resultó ser de ultraderecha—, Ciudadanos. Que lo que ya ha cumplido un ciclo y se ha acabado apagando tenga que reavivar y volver a vivir glorias pasadas es algo que pueden imaginar las personas citadas al inicio de este artículo, pero las probabilidades de que todo esto suceda son escasas . No te bañarás dos veces dentro del mismo río, sentenció un cierto Heráclito, hace ya un tiempo. Sí que es más probable que algunos políticos queden, durante un tiempo indefinido (algunos para siempre) fanguejando en las aguas estancadas, o quemando en la hoguera, de una vanidad nunca satisfecha.