La incógnita de León XIV
La elección de León XIV plantea muchas incógnitas sobre el futuro inmediato de la Iglesia. De entrada, cabe decir que los cardenales no han tenido en cuenta algunas prácticas no escritas de la historia de la Santa Sede, como que raramente se elige sucesivamente a dos papas provenientes de órdenes religiosas –Bergoglio era jesuita y Prevost, agustino– o que, para salvaguardar mejor la independencia de la Iglesia, no se elige a un pontífice de una superpotencia. Sin embargo, dada la rapidez del cónclave, parece claro que esto no es casual y que en las reuniones previas ya se debió de forjar un consenso amplio en torno al cardenal Robert Prevost.
La primera gran incertidumbre afecta a la continuación de las reformas ya iniciadas. Sin duda, Prevost tiene una trayectoria de las que gustaban a Francisco. Un sacerdote que nunca ha sido obispo de una gran sede, sino de la desconocida diócesis de Chiclayo, en el norte de Perú. Conoce bien la realidad de la Iglesia latinoamericana, habla español e inglés y, por su doble nacionalidad, es consciente del grave problema que afronta el catolicismo en todo el continente con la difusión de confesiones pentecostalistas vinculadas a partidos políticos muy conservadores.
Cabe decir que Perú fue uno de los países de origen de la teología de la liberación, tan influyente en toda América, y donde la represión de Juan Pablo II y Benedicto XVI contra esta corriente se hizo notar con más fuerza. Pero existe también una fuerte presencia de grupos ultraconservadores. El arzobispo de Lima, el cardenal Cipriani, fue sancionado por Francisco por una acusación de abusos sexuales, y una de las últimas actuaciones de Francisco como papa fue la drástica decisión de disolver el Sodalicio de Vida Cristiana por los abusos psicológicos y sexuales que se producían. León XIV, pues, viene de una Iglesia, la peruana, que ha sido sometida a tensiones internas fortísimas en los últimos años y, de hecho, ha actuado como administrador apostólico de diócesis peruanas afectadas por graves problemas. Habrá que ver cómo condicionará esto su actuación.
A su vez, hace pocos años Francisco sacó a Prevost de su remota diócesis para hacerlo ir a Roma, donde ha sido prefecto del Dicasterio para los Obispos, uno de los organismos más influyentes de la curia. No tiene, pues, mucha experiencia en el intrincado mundo vaticano, muy cuestionado en los últimos años, pero no es en absoluto un prelado novato que desconozca las trampas que se puede encontrar.
Sea como sea, parece claro que se mantendrá la línea de una Iglesia católica en la que las preocupaciones principales de los católicos europeos –la renovación litúrgica, la moral sexual, el papel de la mujer, etc.– probablemente no serán la prioridad de la Santa Sede. Y también es razonable esperar que perviva la insistencia en una Iglesia misionera o, como decía Francisco, "en salida".
Con todo, el lenguaje no verbal de un momento tan icónico no ha acompañado a este mensaje: León XIV se ha presentado con las cargantes vestimentas pontificias tradicionales, cuando tenía la oportunidad de crear una pequeña "tradición" siguiendo la austeridad de la primera alocución de Francisco. ¿Una señal de independencia? ¿Voluntad de tender puentes con los grupos más conservadores? Prevost tampoco ha elegido el nombre de Francisco II o de Juan XXIV, como algunos periodistas habían especulado. Como hizo Benedicto XVI, se ha inclinado por un nombre algo anacrónico, pero de gran arraigo en Roma. Al mismo tiempo, se convierte en heredero de uno de los pocos papas reformistas del siglo XX. León XIII configuró la llamada "doctrina social de la Iglesia", que ha sido la base para las críticas en nombre de los Evangelios al capitalismo y la defensa de los derechos de los trabajadores.
La segunda gran cuestión en este cónclave ha sido geopolítica: ¿cómo actuará la Iglesia católica en el cataclismo internacional causado por Donald Trump? Las guerras abiertas o potenciales se multiplican y en todas partes se oyen voces que claman por el rearme. Las organizaciones de mediación internacional y de ayuda a las víctimas son deliberadamente desterradas. En este sentido, León XIV sí ha dado una señal muy clara en su primer discurso, muy centrado en el concepto de la paz, la palabra que más ha repetido, y más concretamente, ha hablado de una "paz desarmada".
Ahora bien, todo parece indicar que el planeta se orienta hacia una dura guerra fría entre China, un país donde los cristianos son duramente perseguidos, y Estados Unidos, donde un catolicismo ultraconservador, encarnado por el vicepresidente JD Vance, está ganando fuerza y apoya abiertamente la política del Partido Republicano. Así que la apuesta del cónclave es arriesgada: pese a su experiencia internacional, ¿será capaz un papa nacido en Chicago de mantener la credibilidad del catolicismo en un mundo mediático en el que Trump y sus seguidores cuentan con altavoces muy potentes? Y, especulando aún más, ¿lo habrán elegido los cardenales para ser el líder moral que no existe en Estados Unidos ante el presidente de su propio país?