Infecciones de transmisión sexual entre jóvenes: basta de pánico moral
Ya es costumbre, últimamente, leer cada pocos meses informaciones en las que se explica que crecen las infecciones de transmisión sexual (ITS) entre los jóvenes. Hay que explicar bien el porqué. Las ITS han cambiado. Afortunadamente, ya no estamos frente a la misma realidad epidemiológica de hace 10 o 20 años. Hoy, las ITS más frecuentes entre adolescentes y jóvenes –clamidia, gonorrea– son bacterianas, fácilmente detectables, curables y con complicaciones graves muy poco frecuentes y extremadamente limitadas si se tratan a tiempo. En muchos casos son, incluso, autolimitantes. Sin embargo, el relato colectivo –a menudo alimentado por discursos profesionales– sigue anclado en imaginarios antiguos, con el VIH como símbolo único y universal del riesgo, el miedo como estrategia preventiva y el foco de la culpa en determinados colectivos de la mano del estigma. Es clave ir recalibrando la situación y los riesgos, construyendo mensajes más realistas, actualizados y útiles para la población joven.
Los motivos por los que aumentan las ITS en Catalunya y en otros muchos países son diversos y complejos. En el caso catalán, este aumento también es –paradójicamente– una consecuencia de cosas que hemos hecho bien. La salud pública tiene estas cosas… Se han mejorado notablemente los sistemas de vigilancia epidemiológica, se están haciendo más pruebas de detección que nunca y se ha avanzado en otros aspectos claves de salud pública que afectan indirectamente a las ITS, como la ampliación de la accesibilidad a la píldora poscoital, la contracepción de larga duración y, sin duda, la PrEP. También la mirada de la gente joven hacia el sexo está más abierta, informada y conectada con el placer.
Ahora bien, también hay cosas que no hemos hecho bien. Falta educación sexual integral –lo que debería avergonzarnos a la población adulta–, cosa que deja una brecha que se llena con desinformación. El sistema sanitario sigue sin saber muy bien dónde situar a adolescentes y jóvenes; el patriarcado sigue atravesando las relaciones, y la violencia sexual es una realidad demasiado presente. Si queremos avanzar, es necesario asumir estas carencias con responsabilidad y valentía.
Por eso, hay que empezar a construir mensajes de autocuidado honestos y útiles, sin exageraciones ni tomando a la población adolescente y joven como niños a los que hay que enredar o asustar para que hagan lo que queremos que hagan. Hay que confiar en la capacidad de decisión de cada persona –sea cual sea su edad– y garantizar que puede hacerlo con toda la información, sin juicios ni estigmas.
Y, sobre todo, situando a las ITS sencillamente como lo que son, una consecuencia no deseada de las relaciones sexuales que hay que intentar evitar pero también aprender a convivir con ellas. Y esto significa normalizar y apostar por la prevención secundaria y hacer pruebas de detección regular como mecanismo de autocuidado. Y es que parece que nos cuesta admitir que el riesgo cero no existe y que no es sencillo para nadie protegerse siempre con el preservativo.
Este ha sido el espíritu del CJAS, el Centro Joven de Atención a las Sexualidades, que recientemente ha impulsado el programa Cuida't, una iniciativa pensada para facilitar al máximo el acceso a pruebas rutinarias de ITS mediante visitas rápidas, sin cita previa, sin juicio y con autorrecogida de muestras. La lección que extraemos es clara: cuando a la gente joven se le ponen las condiciones para cuidarse, lo hace. No hace falta imponer, solo hay que confiar y facilitar. Y hay que seguir innovando, y el proyecto Testa't Jove, impulsado por el CEEISCAT con financiación de La Marató de TV3, tendrá mucho que decir. Quiere explorar nuevas formas de acceso, como el envío de kits de automuestreo a domicilio. Es una apuesta valiente por una salud sexual adaptada al presente: más ágil, más cercana, más centrada en las personas.
En definitiva, ya basta de preguntamos con tono de indignación qué pasa con las ITS y la gente joven. Necesitamos nuevas respuestas para realidades nuevas. Soluciones realistas y actuales, dejando de lado los fantasmas del pasado. Miradas que confíen y cuiden y un compromiso colectivo para dejar atrás el pánico moral y avanzar hacia una cultura de salud sexual digna, libre y con sentido.