Inmigración o estado del bienestar
Una de las lecciones de economía que más provecho me han hecho la recibí de uno de los economistas más importantes del siglo XX, Paul Samuelson. Explicaba que la economía funciona como una nevera de refrescos que consistiría en un tubo abierto por ambos extremos; por uno se introduciría una botella tibia, y la presión haría emerger por el extremo contrario una botella fría. La idea es simple: que es necesario invertir recursos para poder obtener resultados. Hasta ahí, todo muy evidente. ¿Pero qué ocurre cuando un "populista" (era su expresión) dice que no es necesario introducir ningún refresco, sino que basta meter la mano dentro del tubo para extraer una botella fría? Y cuando ésta se acabe, volver a repetir la operación una y otra vez. En la medida en que el auditorio esté dispuesto a cerrar los ojos a la realidad (y siempre hay muchos dispuestos a hacerlo), el populista triunfará políticamente. El problema es que cuando su mandato acabe los que queden tendrán que introducir muchas botellas antes de poder extraer ninguna.
¿Cuántas veces no hemos experimentado –tanto en el ámbito público como en el privado– el dilema de si aceptar la ganancia inmediata a base de sacrificar el futuro? ¿Damos el móvil al niño ahora para que calle o se lo retenemos para educarlo?
Todo esto viene a cuento de la presentación del informe Transición demográfica, inmigración y envejecimiento en Cataluña 2024-2050,elaborado por el catedrático de economía aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona Josep Oliver.
El autor explicaba que la inmigración "ha sido clave" para sostener el crecimiento económico y el mercado laboral catalán, dado que la práctica totalidad de los puestos de trabajo creados en los últimos veinte años han sido ocupados por inmigrantes.
Oliver considera que "la inmigración es un beneficio enorme para un país desde el punto de vista macroeconómico", pero que no lo es "desde el punto de vista individual". Debo advertir al lector de que no entiendo qué intereses puede tener "la economía" que no sean los intereses de los ciudadanos, pero Oliver explica el conflicto de la siguiente manera: "Si lo que llega es más pobre que yo, y yo soy pobre, pero él lo es más, pues él se lleva la beca comedor". Es decir, que "como los servicios públicos son escasos, nativos e inmigrantes deben competir para obtenerlos", por lo que "la historia de los choques en Gran Bretaña y en Francia entre inmigrantes y nativos, literalmente, es eso".
Según Oliver, la solución a este conflicto es sencilla: "Como el crecimiento aporta más ingresos fiscales", y dado que "de estos ingresos públicos adicionales una parte no menor es por la contribución de los inmigrantes, debemos desviar una parte directamente en aquellos ámbitos territoriales donde se concentran". Es decir, que debemos poner más dinero en el estado del bienestar para que sigamos tocando a los mismos servicios públicos.
El problema con esta propuesta es que no es sino poner la mano en la nevera para extraer un refresco sin poner ninguna por el otro extremo.
¿La inmigración aporta más recursos fiscales? Sí. Dado que hay más gente trabajando y consumiendo, se genera más impuesto de sociedades, más IVA e incluso algo más de IRPF.
¿La inmigración permite reforzar financieramente el estado del bienestar? No; la inmigración le debilita.
La razón es simple: el estado del bienestar se basa en la solidaridad, lo que implica que quienes más ganan aportan más que lo que reciben, y quienes menos ganan reciben más que lo que aportan. Si los recién llegados son de los que menos ganan, el balance se desequilibra en sentido negativo.
No es sólo cuestión de sentido común. El ministerio de Finanzas danés calcula cada año el impacto fiscal de los inmigrantes en función de su procedencia geográfica. Los de Europa Occidental son neutros, el resto son negativos, especialmente los provenientes de Magreb, Oriente Próximo y Pakistán. El gobierno británico también informa del saldo fiscal de los inmigrantes en función de su calificación, siendo muy negativo el de los poco calificados.
Hace mucho tiempo que Branko Milanovic, una eminencia en materia de desigualdad, llegó a la conclusión de que la inmigración es incompatible con el estado del bienestar, y hace aún más que Milton Friedman sentenció ignominiosamente que "la inmigración ilegal es buena para Estados Unidos... mientras sea inlegal", es decir, mientras no sea ilegal".
Que el saldo fiscal de la inmigración poco calificada sea negativo no debe ser motivo para impedirla. Que nuestros ancianos reciban una atención personal, por ejemplo, constituye un motivo poderoso para aceptar a inmigrantes. Pero no nos engañemos: tiene un coste que si no asumimos hoy tendrán que asumir quienes vengan detrás, porque los inmigrantes no pueden ayudar a pagar ni las becas comedor ni las pensiones por un simple motivo: porque ellos también tienen derecho a ello.
¿Y cómo debemos financiarlo? Esto da por otro artículo.