Investidura: saber qué se puede pactar
“Yo estoy en contra de la amnistía. ¿Y usted, Sr. Sánchez? Yo estoy en contra del referéndum. ¿Y usted, Sr. Sánchez?” Es la conclusión del Sr. Núñez Feijóo en el debate de investidura. Blanco o negro: la verdad absoluta o la mentira total. El populismo tiende a simplificar la realidad, elimina la duda y los matices.
Tenemos un problema de enfrentamiento político entre quienes piensan que la amnistía puede representar el inicio de la disolución del Estado y quienes piensan que es la forma de reducir la confrontación partidaria, porque acaba con las causas judiciales abiertas de miles de personas. No se trata de justicia –que también–, se trata de eliminar razones para el conflicto.
Advertencias tan descalificadoras como las que plantea el Sr. Feijóo no se basan en hechos, sino en miedos: los que él tiene y quiere hacer sentir a sus votantes. Estos miedos cogen fuerza por la inconcreción que implican. El miedo siempre está vinculado a la incertidumbre. Alejan la discusión de la discrepancia concreta, que es la que puede producir avances si centra el debate. Dice Raimon Obiols que "en política, la realidad no son únicamente los hechos, sino una extraña mezcla, un denso tejido, tramado por hechos, opiniones y sentimientos...".
Lo que es evidente es que el Sr. Feijóo no quiere que nada cambie porque, iniciado este camino, no sabe dónde terminará la transformación del presentestatu quo. Es decir, teme que la estructura del Estado se disuelva y España deje de ser España. Es una opinión extrema, pero compartida por otros políticos y politólogos, que lo han expresado de forma explícita. Esta posición es una muestra de debilidad: blindarse no es una muestra de fortaleza, porque se construye “la muralla” para protegerse de los demás. Recuerda lo que Hermann Broch llamaba “el virtuosismo en la manipulación de las tendencias irracionales del psiquismo de masas”.
Por parte de los independentistas existe una desconfianza inevitable. Si pretenden cambiar la estructura del Estado, con pactarlo con el PSOE y Sumar no es suficiente. Ninguno de los dos partidos puede garantizar este cambio, aunque quiera, porque cuando gobierne el PP puede provocar una reversión de lo pactado. Por tanto, estaríamos hablando de un pacto que no implicaría "un antes y un después", sino de una singularidad histórica sin continuidad… y por tanto inútil.
La amnistía tiene un carácter de irrevocabilidad: una vez concedida y producidos los efectos en las personas, es prácticamente imposible volver al punto de partida. Esta irreversibilidad es la que despierta una oposición tan dura como la que hoy se hace evidente en la derecha.
Esto permite clasificar lo que se puede pactar y lo que no ahora con el PSOE, es decir, lo que una vez implementado no tiene marcha atrás, y lo que tiene que pedirse al PSOE que pacte, consulte o informe (al PP) para dar firmeza y continuidad, cuando ellos no gobiernen, a los pactos. Para lo primero se puede negociar. Para lo segundo hay que esperar a que los dos partidos estén de acuerdo y será necesario que el entorno y las circunstancias jueguen a favor. Las circunstancias actuales, por el nivel de enfrentamiento alcanzado por el PP y el PSOE, recomiendan dejar que pase tiempo para pactar este segundo grupo de cuestiones. Que el entorno político se relaje.
Todas las cuestiones en relación con la estructura política del Estado, las cuestiones económicas y fiscales, las más políticas, requieren el acuerdo del PP si tienen que ser estables en el tiempo. Las transferencias –Cercanías, aeropuerto, los fondos para la investigación científica y tecnológica...– se pueden pactar ahora: son digitales y administrativas.
Los pactos sobre cuestiones políticas que afectan al Estado serán más estrechos si se cumple este requisito porque el PP impondrá límites, pero serán más estables y menos contingentes. Esto es especialmente cierto en todo aquello que transforme al Estado para hacerlo más federal y menos centralista, lo que ahora se puede conseguir es: a) una amnistía amplia y general –esa sí que tiene que ser profunda, porque lo que se haga ahora será irreversible–, b) ciertas transferencias, y c) “un pacto para pactar que el Estado se transforme en menos centralista y más federal”. Las concreciones sobre cuestiones políticas –el punto c– son difíciles, porque se necesita la aquiescencia del PP. Lo más efectivo, conseguida la amnistía y ciertas transferencias, es no confrontarse con el PSOE, sino conseguir su compromiso para que pacte con el PP lo que se quiere conseguir políticamente.
La fuerza de Catalunya es pequeña en relación con el Estado. El enfoque de la negociación debería serasociarse (la palabra es excesiva y tiene que matizarse) con el PSOE para conseguir lo que se quiere. Hay que recordar las palabras de Jaume Vicens Vives: “Hemos pagado a los catalanes un alto precio por este anacronismo político, orientado, por un lado, a despreciar al Estado y por otro a acusarlo continuamente con nuestras críticas”.
Madison decía: "Demasiado a menudo, bajo el pretexto del interés público, no se duda en sacrificar sin escrúpulos la tranquilidad de la ciudadanía a las pasiones e intereses personales de los políticos". ¿Hay que recordar ahora que fue él quien construyó la federación de EE.UU., haciéndola eficaz pero preservando los derechos de los estados miembros?