La lengua de los esclavos
Cuando la entraron con la camilla a toda prisa el médico le preguntó qué le pasaba. La mujer sacudía la cabeza como la niña rock'n'roll, demonio enloquecido, de El exorcista. Se expresó en medio de una lengua de bilis. Una policromía de desesperación multimedia. "Nos han perdido el respeto", repetía con autotune Dolby Surround 3HD. E iba desapareciendo con la cantinela por el pasillo de la UCI (unidad de catalanes ingresados).
En el informe, el médico describió los hechos que causaron el ingreso. Eran casos que frecuentaban desde hacía años, pero no se hacía caso, para que no fuera caso, ya saben lo de la alarma social: no hay para tanto, ya pasará o ese mal no quiere ruido… Bueno, señora de 75 años. Ninguna enfermedad previa. Todo bien. Se encontraba celebrando el cumpleaños de la nieta. 20 adultos y 10 niños. Todo discurría como un arenque con flotador en la piscina de plástico flan con nata. Pero la nieta de 9 años hablaba en español con todo el mundo. Poseída. Disparando a diestro y siniestro. Volumen, volumen… 29 personas garlando en catalán y ella sólo en castellano. De abuelos catalanes, de padres catalanes… Todos charlando en catalán y ella… en castellano. ¿Por qué? ¿Eh? Alguien dijo: "Quiere llamar la atención". Y la mujer, esa mujer, esa madrina, cayó desplomada en el suelo.
Nos han perdido el respeto. No sólo los heladeros argentinos, o los astronautas colombianos o los taxidermistas leoneses, que llevan cien años aquí... No. Nos han perdido el respeto limpios, sobrinos, primos, hámsters, libélulas, muebles de cocina, pinzas de tender la ropa… El catalán no es una lengua: es "la lengua de los esclavos".
Josep Maria de Sagarra se liberaba escribiendo el siguiente un agosto de 1923. Oliendo la dictadura de Primo de Rivera. 102 años después, lo que no han logrado dictaduras y guerras lo hará la democracia. Fuera esposas: "Los que vivimos en Barcelona, a pesar de ser nuestra querida ciudad, la hoguera más encendida del nacionalismo, aguantamos con un cierto espíritu mesell aquella lengua impuesta que no es la nuestra. La fuerza de la costumbre […], la vida del comercio, son cosas que, todas juntas, nos tropiezan los ojos y las orejas, para aguantar. la pizca de ironía que Dios nos ha dado, contra los desgraciados adeptos que en nuestra casa tiene la famosa lengua española. […]. esclavos más lamentables, contentos con su servidumbre, y muestra, con una alegría idiota, la marca de su esclavitud? Podrá tener buena mesa y buena cama y cierta felicidad familiar, pero el cielo os ha negado, o habéis destruido usted mismo, ese sentimiento de patria que, digan lo que quieran, todavía es el más fuerte de todos los sentimientos del mundo…". Matémoslo: "De ser demasiado comprensivos y demasiado tolerantes nos hemos perdido siempre". perder la lengua, tanto nos fallece simbólicamente y realmente nos la suda. desea matar para vivir y enriquecerse.