La lengua del Tercer Reich y el presente
"¿Qué viene después del Tercer Reich?", preguntaban en los exámenes de final de curso en la Alemania nazi. Y si algún despistado contestaba "El Quart Reich", lo suspendían. La respuesta correcta era “Nada. El Tercer Reich es el imperio eterno de los alemanes”.
Durante los doce años de Hitler, el filólogo Victor Klemperer se dedicó a analizar (a escondidas) la lengua que utilizaba un régimen en el que “todo flotaba sobre la misma salsa marrón”. Su trabajo, La lengua del Tercer Reich, se ha publicado por primera vez en catalán (Folch&Folch, 2023). Es tan riguroso, esmerado y detallista como promete el título.
Leído hoy, lo más inquietante son todas aquellas observaciones que conectan ese régimen criminal del pasado con nuestro presente democrático. Por ejemplo, en la lengua de los nazis le repugnaba la neutralidad. Siempre tenía que tener un enemigo, más aún, había que convertir a todos los adversarios en un solo enemigo, y siempre tenía que cargar contra ese enemigo. Era un lenguaje basado en dos elementos: la repetición constante de las mismas teorías simplistas, y no permitir que los oyentes adquirieran pensamiento crítico. Porque sólo podía esperarse lealtad de aquellos que se encontraban en el mismo estado de primitivismo que los creadores de ese lenguaje. No era cuestión de entender sino de creer. De hecho, el nazismo convirtió al fanatismo en una virtud, como una especie de suma de valentía, entrega y perseverancia. Y por eso había que cultivar y glorificar el odio instintivo, porque era necesaria una cabeza de turco.
Fidelidad acrítica, fanatismo, enemigo y odio. No cuesta demasiado encontrar algunos de estos materiales inflamables en la sustancia con la que hoy se hace el discurso público en nuestro país.