El malo de la película

El gobierno español ha decidido abrir una crisis diplomática con Argentina. Las relaciones entre estados van así. Tu presidente ha venido a mi casa, ha insultado a la mujer de mi presidente y ahora volveremos a Madrid a la embajadora española en Buenos Aires para que el mundo vea que estamos muy enojados. Milei es un presidente de formas y discurso impresentables, ya Sánchez le va de maravilla que así sea. Y así será, porque Milei, al igual que Trump y toda esa patuleia, nunca se disculpa.

Mientras, el mundo sigue desangrándose en Gaza y en Ucrania, pero Sánchez ya tiene lo que quería, que es un malo malísimo. Los malos son el motor de la historia, empezando por la Biblia y continuando por la literatura y el cine. Tú pones un dr. No en tu trama y de repente eres el bueno, quien la gente quiere que se salve. Lo malo es ideal: permite decir que tú no eres como él, aunque, a menudo, tú no sepas muy bien lo que eres, tal y como descubrió el PSC con ese eslogan del“Si tú no vas, ellos vuelven”. El villano del PP es Puigdemont. Se trata de poner su nombre en una frase junto a Sánchez y hacer campaña por las europeas. Antes fue ETA (antes y aún ahora), o Carod-Rovira, o Arzalluz.

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En Catalunya también sabemos buscar malos. Va muy bien para desahogarse y para quitarse de encima las responsabilidades. Éste ha sido uno de los problemas del independentismo, que es que ha sido demasiado reactivo (lo de “España nunca falla”). Y el otro problema es que se ha dedicado a buscar malos dentro del movimiento para colgarles la llufa de morcillas en una escapada sin fin hacia la auténtica pureza. Los malos deben combatirse, pero no se puede vivir.