Máquinas y humanos
"No debemos temer a la tecnología sino a los humanos". Me lo decía Lluís Nacenta, matemático y músico, comisario de la exposición sobre la inteligencia artificial del CCCB, en una conversación en SER Catalunya. Y tiene razón. Al fin y al cabo, las máquinas las construye el hombre, y él es quien tiene la capacidad de conectarlas y desconectarlas. Y de decidir su uso. El problema es que saber que los humanos cargamos con esa responsabilidad no forzosamente tranquiliza. Como explica Nacenta, las máquinas "saben más cosas de nosotros que nosotros mismos", pero "no piensan lo que quieren decir: lo articulan con palabras, están entrenadas para calcular estadísticamente la palabra más probable". Esto es, son más limitadas que nosotros. Sin embargo, saber, por ejemplo, que ya es imposible que un campeón de ajedrez gane la máquina porque ésta tiene una capacidad de anticipación de las jugadas muy superior, es una humillación que hiere. ¿Hasta dónde pueden llegar?
Nosotros somos más completos –razón, libertad y voluntad de poder– y, por tanto, podemos elegir (el bien y el mal). Y todos sabemos que a la hora de la verdad estas decisiones son fruto de las relaciones de fuerzas, por tanto, de poder. Si la bomba nuclear existe no es por una maldad del destino o de la naturaleza. Por eso se ha fabricado sabiendo perfectamente sus efectos y consecuencias. Se ha utilizado una vez y ha quedado como un icono del horror. Sin embargo, existen miles de almacenadas a disposición de quienes mandan. No tenemos ninguna garantía de que la tragedia no se repita, y no será por decisión de la máquina, sino responsabilidad de unos humanos que pierden la noción de los límites con facilidad. Es más, la existencia de la bomba ha favorecido la construcción de material bélico enormemente destructivo que en estos días está en primer plano fruto de los crímenes de Hamás y de la respuesta sin medida de Israel.
“Estamos instalados en una lógica de guerra que impide ninguna solución política”, dice José María Ridao. Y así estamos con una sensación de creciente inseguridad. De repente, el incendiario rebote del eterno conflicto de Palestina ha expulsado de la escena a la guerra de Ucrania, que era el centro de atención desde hacía año y medio. Y así los conflictos salen de escena, pero las atrocidades permanecen. Y la rueda se hace infernal.
De hecho, como explicaba este fin de semana Simon Kuper al Financial Times,estamos derivando hacia un sistema mundial organizado a través de varios oligarcas que dominan los estados y borran día a día las democracias. Y dejan a la ciudadanía indefensa. En este contexto se desarrollará la IA. ¿Quedará espacio para la razón?