Millonarios, herencia y meritocracia
España tiene 246.000 grandes fortunas, definidas como aquellas personas que tienen al menos treinta millones de dólares en activos convertibles. Esto representa el 0,51% de la población del país. Tres cuartas partes de estas personas deben su fortuna al esfuerzo, visión o suerte de un antepasado, que fue quien acumuló un patrimonio.
Aunque es difícil calcular un indicador objetivo que mida la transmisión intergeneracional de la riqueza, existe consenso a la hora de aceptar el llamado efecto Matthew: "Los que ya tienen ventajas tienden a acumular más". Es decir, la riqueza tiene facilidad para transmitirse de generación en generación. Un estudio genealógico en Reino Unido trazó los niveles de ingresos familiares de las personas más ricas desde la época victoriana hasta hoy, durante un período de un siglo y medio. La conclusión es contundente: los descendientes de familias ricas siguen siendo más ricos que la media de la población. Y no sólo existe una elevada correlación de ingresos entre generaciones, sino que esta correlación también se mantiene en otros ámbitos: en la profesión, en las redes sociales y en los barrios escogidos para vivir.
Para tratar de corregir este sesgo, algunos países aplican impuestos al patrimonio oa las sucesiones, con el objetivo de reducir el efecto acumulativo de la riqueza y ayudar a redistribuirla. Son impuestos controvertidos y sensibles, con grandes diferencias en su aplicación tanto a nivel internacional como en el propio territorio español. Y, por qué no decirlo, cuanto mayor es la fortuna, más herramientas se tienen al alcance para esquivarlos.
También hay que tener en cuenta que por debajo de estas grandes fortunas se encuentran los pequeños millonarios –personas con un millón de dólares en activos convertibles– y muchas familias con alguna propiedad y ciertos ahorros, aunque no lleguen a ese umbral. Ahora mismo los nacidos durante el baby boom están preparando sus testamentos, y los jóvenes que hereden sus bienes lo tendrán más fácil que el resto. Heredar riqueza no debería ser visto como un problema, al contrario. Pero esto debe ser equilibrado por una sociedad con movilidad social, en la que las oportunidades no dependan de la cuna. Si este factor no existe, en vez de una meritocracia nos encontramos con otra realidad: una heterocracia.
Para saber en cuál kratos vivimos, habría que responder una pregunta: ¿a igualdad de talento y esfuerzo, cuál es la ventaja comparativa de alguien que nace en una familia con dinero respecto a alguien que no ha tenido esa suerte? ¿Es justa esta diferencia? No disponemos de datos objetivos recientes, pero la percepción es que se está agrandando. Basta pensar en una persona joven que puede acceder a una vivienda gracias al patrimonio familiar versus otra que debe hacerlo con medios propios, empezando desde cero.
Por tanto, conviene no olvidar que nuestra situación actual viene, al menos en parte, determinada por cómo les ha ido a nuestros antepasados. Y que lo que hacemos hoy puede condicionar la calidad de vida de nuestros bisnietos y tataranietos. Según el último informe de riqueza mundial, se prevé que en los próximos cuatro años se creen otros 5,3 millones de millonarios en el mundo. ¡A ver si estamos de suerte y alguno se genera cerca!