Montoro, el cazador cazado

Cristóbal Montoro ha sido un hombre poderoso en el marco del Estado. Dos veces ministro de Hacienda, en los gobiernos de Aznar y Rajoy, en algunos momentos acumulando más funciones relevantes, como las de Función Pública o la de Relaciones con las Administraciones Territoriales, es decir, todo lo relacionado con trabajadores públicos, autonomías y corporaciones locales. Ahora descubrimos, o mejor dicho confirmamos, que además de ser un hombre poderoso, ha sido también un personaje tenebroso.

He tenido el dudoso honor de conocer, y de tener que tratar, a Cristóbal Montoro. Soy testigo de primera mano de su altiva prepotencia, y de la mezcla de cinismo y chulería que caracteriza al personaje.

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Con él se negociaron temas muy sensibles para Catalunya. A principios de siglo, cumplirá casi 25 años, Montoro, entonces bajo las órdenes de Rodrigo Rato en el segundo gobierno Aznar, fue nuestro interlocutor para acordar un nuevo sistema de financiación autonómica. Como siempre, el gobierno catalán hizo el trabajo desagradecido de abrir camino para que después otras autonomías se beneficiaran. Todas se añadieron y aprovecharon el acuerdo liderado desde Cataluña, excepto los tres gobiernos regionales que en esa época dirigía el PSOE, partido que se encontraba en la oposición a nivel estatal. ¿Le suena esta situación? Es la misma que la que vivimos ahora, pero al revés, con todas las autonomías gobernadas por el PP furibundamente en contra de una financiación singular para Catalunya, que en estos momentos no pasa de una pura hipótesis sin concreción ni fundamentos sólidos.

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Unos años después, Montoro volvió a ser interlocutor de la Generalitat. Eran los años de la crisis financiera, de las políticas de austeridad impuestas desde el corazón de Europa, de los hombres de negro interviniendo países enteros, de las amenazas contra el euro como moneda común europea, y de las durísimas consecuencias sociales que se derivaban de todo ello.Era la época de la Generalitat literalmente ahogada por las deudas. los recortes hacia los gobiernos autonómicos, centralizó todo lo que pudo, desnudando la autonomía de la Generalitat, nos estranguló para dejarnos sin aire, y una vez ya estábamos financieramente aturdidos nos conectó a un tubo de respiración asistida, a cambio, no hace falta decirlo, de controlar el flujo de aire que debe desconectados. Condiciones siempre duras, y siempre humillantes

Sin embargo, el paso del tiempo acostumbra a ser un exigente corrector de los impostores. del ministerio de Hacienda para favorecer a grupos empresariales a cambio de honorarios para enriquecerse personalmente. decir, hablando sin tapujos, el uso de la Agencia Tributaria en beneficio propio. Si este hecho se confirma, salta por los aires la credibilidad de uno de los grandes pilares del Estado.¿Cómo quieres que os traspasemos lo único que funciona bien del estado español?Pues bien, ahora podemos intuir que incluso el ente que según ellos funciona tan bien puede haber sido utilizado en beneficio político o personal.

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Este nuevo episodio se añade a una larga lista de agravios acumulados, todos ellos testigos cada vez menos silenciosos de prácticas que minan y erosionan los cimientos de un estado. Si echamos un vistazo sólo a los últimos quince años, veremos lo siguiente: se ha utilizado la policía, un cuerpo armado, para destruir adversarios políticos –operación Catalunya–; con el mismo afán de destrucción se ha espiado sin autorización judicial –caso Pegasus–; se ha querido controlar un ámbito determinante del poder judicial, la sala penal del Tribunal Supremo, por "la puerta trasera"; una parte del sistema judicial se niega a aplicar una ley aprobada por Les Corts y publicada en el BOE, la de amnistía; crecen las evidencias de lawfare, es decir, del uso del aparato judicial para fines extrajudiciales, y ahora a todo ello se añade la sospecha de que incluso nuestros datos fiscales pueden ser manipulados y potineados a conveniencia de parte.

Hay situaciones que no aconsejan maquillaje, sino que requieren bisturí.