Muera la inteligencia

En un nuevo estirabot, Donald Trump ha propuesto cancelar las subvenciones a las universidades, entre ellas la de Harvard, la más antigua del país, para tratar de darle la vuelta a la "ideología", que considera hostil a sus sorprendentes ideales políticos. woke.

Que un dirigente autoritario haga la guerra contra el saber, contra los intelectuales, no es nuevo. Se atribuye al parcheado Millán-Astray la frase "Muera la inteligencia". Pol Pot, en fin, ordenó la muerte de todo el mundo que llevara gafas, porque las gafas, aparte de ser un signo de "desviación de la naturaleza", simbolizaban a los intelectuales, a los letraheridos. De hecho, también quemó las bibliotecas, porque encontraba que la civilización burguesa (y leer era burgués) había contaminado al ser humano. Si no habláramos de un sanguinario nos conmovería que tomara un símbolo tan "evidente" como las gafas para acabar con los lectores. Irán se ha hecho un harto de cerrar en prisión "intelectuales reformistas". No hace falta seguir. Estudiar y aprender, querer saber, preguntarse cosas, es el arma más poderosa que tenemos. Por eso son los estudiantes los que inician revoluciones y son los estudiantes los que son el blanco preferido de las dictaduras.

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Donald Trump es, sin embargo, otra cosa, porque a diferencia de todos los mandamases –ya me dispensarán; la palabra casi es catalana– que mencionamos, él, en teoría, es un demócrata escogido en las urnas. Trump, volvamos a decirlo, es aquel constructor de los años ochenta que se hizo rico con el ladrillo que se viste con ropa cara y hortera y que al final del almuerzo da consejos obvios y sesudos a los jóvenes de hombre hecho a sí mismo y se burla, con la voz ronca, de los libros y el cine en blanco y negro. Solo nos faltaba esto, gracias a él. Tener que defender el tietismo por culpa del cuñadismo.