Muertos a cambio de espectadores

Wallace Souza era uno de los presentadores de televisión más famosos del norte de Brasil. Dirigía el programa de más éxito en la zona de Manaus, la capital del estado de Amazonas, una de las más conflictivas y peligrosas del país. Tenía un don para la oratoria y rápidamente se convirtió en una especie de charlatán que desarrollaba todo tipo de teorías sobre cómo combatir la violencia y acabar con el narcotráfico que provocaba aquel caos social que sufrían los ciudadanos. Desde 1989, en su programa Canal livre, soltaba sus discursos en que, por un lado, reclamaba la paz y, por el otro, exigía venganza contra los traficantes de droga. Pero lo que le hizo ganar audiencia no eran sus mensajes sino el sensacionalismo y el planteamiento informativo. Souza era siempre el primero en llegar a las escenas de los peores crímenes, incluso antes que la policía. Disfrutaba enseñando los cadáveres sin ningún tipo de escrúpulo y hacía comentarios humorísticos chapuceros: “¡Aquí huele a churrasco!”, exclamaba mientras buscaba entre los matorrales a un muerto a quien todavía le humeaban las heridas por los disparos de bala. El éxito televisivo le catapultó a la política. Se hizo militante del Partido Progresista, fue el diputado más votado de las elecciones legislativas de Amazonas y se hizo un lugar como diputado en la Cámara Estatal. Pero el cargo no le impidió continuar ejecutando su tarea televisiva. Su historia la explica con todo tipo de detalles y anécdotas el periodista Daniel Bogado en la serie documental La muerte vende en Netflix.

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Souza entrevistaba a criminales, retransmitía persecuciones policiales en directo, mostraba las negociaciones de secuestros mientras se producían e incluso promovía actos benéficos para ayudar a las familias de alguna víctima. Cuanta más audiencia tenía, más allá iba en sus atrocidades periodísticas, que vendía como exclusivas de primera orden. Souza era considerado el héroe que luchaba contra el mal en contraste con un estado que se mantenía apático ante la violencia.

Precisamente por eso, cuando la policía le detuvo en 2009, la noticia provocó un gran impacto social. Y más cuando se supieron los motivos: Wallace Souza era el líder de un grupo criminal que ordenaba asesinatos y participaba en las redes de narcotráfico y así obtenía las imágenes que alimentaban su propio programa de televisión y le daban todavía más audiencia. Hacía años que la policía sospechaba de él porque no podía entender cómo alguien conseguía tener tanta información y tan rápida sobre los crímenes y la delincuencia que se producían en la ciudad. Algo no cuadraba. Pero no lo confirmaron hasta que detuvieron a un narcotraficante que les confesó que sus últimos asesinatos se los había encargado el mismo Wallace Souza con el fin de enseñarlos y de hablar de ellos en su programa. El presentador murió en prisión un año más tarde sin llegar a ser juzgado, a pesar de que sí que condenaron a sus colaboradores. El ejemplo más paradigmático y exagerado de cómo la televisión se utiliza como generadora de violencia bajo el disfraz de ser la solución.