Dones con burka en Kabul, el Afganistán
14/11/2025
Periodista
2 min

Ayer publicamos un nuevo fragmento del dietario de una periodista afgana, que explicaba que años atrás iba con vaqueros hasta que los talibanes les prohibieron. Entonces decidió ponérselos bajo una abaya negra y larga como un acto íntimo de desobediencia, hasta que también lo prohibieron. "Ahora cuando me pongo ante el espejo no es para ver cómo me veo, sino para asegurarme de que no me ven, es decir, que voy tapada de pies a cabeza", explica.

Esto ocurre en Afganistán y también ocurre en Barcelona. Lo he visto en el paseo de Gràcia, donde familias o parejas van arriba y abajo, comprando en las tiendas exclusivas, y lo veo todos los días en el Raval. No son la mayoría de mujeres, ni mucho menos. De hecho, no son muchos, pero se ven. Van completamente tapadas, y sólo les está permitida una rendija para los ojos.

Veo pasar a estas mujeres con criaturas cogidas de las manos, yendo hacia la escuela, y me imagino el día que la criatura le pregunta que cómo va así de tapada. Y si ella, cuando sea mayor, también tendrá que ir.

Cada vez que las veo pienso que no deberíamos permitirlo. En una mujer tapada de arriba abajo no sé ver nada que no sea dominación machista del cuerpo de la mujer en aras de unas creencias religiosas que la convierten en cebo del pecado. Somos una sociedad europea, occidental, y este tipo de discriminaciones extremas no deberían poder tener lugar.

La periodista acaba escribiendo: "Las fachadas de Kabul están llenas de lemas escritos que nos recuerdan qué podemos hacer y qué no. «Observe la vestimenta islámica» o «Abanda la cultura occidental», dicen. Las palabras en sí mismas son inofensivas, pero en la vida cotidiana se convierten en hilos invisibles". Exactamente. Y en Catalunya no deberíamos quererlo.

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