Navalni contra Putin
MOVILIZACIÓN. Por segunda semana consecutiva, Rusia ha vivido las protestas anti-Putin más multitudinarias desde el 2012. Las manifestaciones se han extendido en 125 ciudades, de punta a punta del país. En Moscú se oyeron gritos de “Putin es un ladrón”. En Vladivostok los manifestantes cantaban “Mi Rusia está en la cárcel”. La represión policial acabó con miles de detenidos, entre ellos la mujer y el entorno más próximo del líder opositor Aleksei Navalni, y casi un centenar de periodistas, para intentar impedir la cobertura de las manifestaciones que exigían la liberación del activista ruso.
Ya hace tiempo que el poder del Kremlin va acumulando fisuras. El estancamiento económico, la violencia policial, la corrupción y la impunidad han alimentado, durante años, los agravios que, esporádicamente, afloraban en un rincón u otro de la gran geografía rusa. Pero hoy coinciden masivamente en las calles de todo el país. El encarcelamiento de Navalni ha hecho confluir todo el malestar y la indignación. La sociedad rusa está cambiando. La tecnología de la protesta, también.
ACUSACIONES. Mientras Aleksei Navalni estaba en la prisión de Matroskaia, un vídeo suyo de denuncia, grabado previamente, en el que carga contra un Putin obsesionado por el lujo, el dinero y el poder arrasaba en YouTube con cerca de 100 millones de visualizaciones. El presidente ha tenido que salir a negar que tenga un palacio en la costa del mar Negro. Pero, como explica el periodista Serguei Parkhomenko, este escenario es nuevo en Rusia, porque ya no se trata de las reiteradas denuncias de corrupción en el entorno del Kremlin o de los oligarcas del régimen, sino que apunta directamente al presidente.
Según una encuesta de Transparencia Internacional publicada hace unas semanas, el 44% de los rusos creen que la corrupción se extiende al más alto nivel del gobierno. Hay una gran investigación que lo avala. Solo hay que buscar el nombre del banco Troika Dialog para ver cómo funcionaba el sistema de blanqueo de dinero y cómo colaboraban muchas entidades bancarias dentro de la Unión Europea.
ALTERNATIVA. Durante años Navalni fue el innombrable. Vladímir Putin se refería a él como “ese señor”. Después del envenenamiento con Novichok -detrás del cual hay pruebas que señalan al estado ruso-, Putin pasó a llamarlo “el paciente”. Hoy Navalni -tanto si lo denomina por el nombre como si no- ya se ha convertido en una amenaza real para el putinismo. Como mínimo, es el hombre que ha sabido leer el cambio generacional y tecnológico que vive Rusia. Sus seguidores comparten vídeos en TikTok y llaman a la movilización a través de Telegram. Internet ha sido una pieza clave en la cruzada de Navalni contra la corrupción del Kremlin. La media de edad en las protestas de Moscú supera por poco la treintena y un 42% de los que participan en ellas lo hacen por primera vez.
Todas las encuestas señalan que lo que la mayoría de rusos quieren es un gobierno más abierto y menos corrupto, pero no una revolución. El discurso de la fuerza y el orden lo mantienen de pie. Apuntalado en un poder económico y político espejismo de lo que fueron. Pero el régimen, a pesar del desgaste, aguanta. Y al final el aparato del putinismo siempre ha acabado encontrando rendijas para irse perpetuando.
Hasta hoy la oposición rusa ha sido incapaz de articular una estrategia lo bastante compartida, pero el descontento es, cada vez, más presente, y el desafío a Vladímir Putin, más personal.