No somos árabes

El ministerio de Interior francés publicó hace unas semanas un informe llamado Hermanos Musulmanes e islamismo político en Francia en el que alertaba sobre la peligrosa penetración de esta organización, cuyos valores van en contra de los principios de la República (y de cualquier sistema democrático basado en las libertades individuales y la separación entre religión y Estado). Una de las medidas que ha tomado el gobierno galo para contrarrestar la influencia de la hermandad ha sido la decisión de promover la enseñanza de lenguas extranjeras, algunas maternas de los hijos de la inmigración norteafricana. Lo que llama la atención es que entre estos doce idiomas que se ofrecerán no está el amazig. En relación a la cuestión, Rachid Raha, presidente de la Asamblea Mundial Amazig, ha dirigido una carta a Emmanuel Macron en la que alerta sobre el error de tomar por árabes a los franco-bereberes. "La discriminación de los hijos de la inmigración –dice Raha– acentúa su desarraigo cultural y refuerza su crisis de identidad, lo que facilita su aislamiento y hace que se acaben sintiendo atraídos por la ideología islamista salafista". Raha cita a una antropóloga (Tassadit Yacine) y dos historiadores (Pierre Vermeren y Omar Hamourit) para afirmar que la segunda lengua de Francia es el amazig, y no el árabe.

El caso francés podría extrapolarse perfectamente a lo que ocurre en Catalunya, aunque no tengamos ningún informe oficial sobre el alcance del islamismo en nuestro país. Basta hablar con personas musulmanas sobre religión para descubrir que, en muchos casos, las ideas y creencias de esta manera concreta –y, de hecho, moderna– de entender la religión han ido calando en las conciencias, y en muchos casos sustituyendo una identidad de origen que nada tiene que ver ni con Hermanos Musulmanes ni con el salafismo. Cuando una chica joven, "de aquí de toda la vida", que no sabe que existen leyes basadas en el Corán que discriminan específicamente a las mujeres, afirma que el machismo que observa y sufre en casa o en el barrio no se debe a la religión sino a la cultura, lo que está demostrando es el éxito de este proceso de sustitución cultural. Que también incluye la sustitución lingüística, porque el amazig o el darija (el dialecto del árabe hablado en el Magreb) se vuelven invisibles bajo el poder de la dominación teocratizante de los fundamentalismos.

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No en vano el islamismo ha difundido con éxito esta idea simple pero falsa: que el islam practicado y transmitido durante siglos habría sido corrompido por unas tradiciones culturales pre o paraislámicas que deben ser depuradas para volver a la religión supuestamente original y "auténtica". De esta forma se consigue la aculturación de los hijos de la inmigración respecto a sus propias raíces y se los confronta incluso con sus propias familias, tachadas de ignorantes por estas organizaciones. Toda la diversidad del mundo musulmán está siendo así borrada en lo que es un proceso de sustitución de alcance global cuyo objetivo último es una uniformización totalitaria. Y una víctima clara de esa colonización cultural y lingüística es la lengua materna de muchos europeos descendientes de inmigrantes, que no pueden ponerla en valor porque a menudo ni siquiera se sabe que existe. Si tengo que tomar por referencia mi propia experiencia en este terreno, no sería de extrañar que el amazig no solo fuera la segunda lengua de Francia, sino de muchos otros países europeos. Yo podría moverme solo con este idioma por muchos de ellos, solo necesito poner la oreja. En Catalunya ya hacía años que Carme Junyent calculaba que el amazig debe de ser la tercera lengua materna más hablada en nuestro país. Sería bueno que esto se pusiera en valor y se reconociera de manera oficial, que se buscaran vías para conectar a los nuevos catalanes con sus raíces reales, y así protegerlos de los cantos de sirena del islamismo.