Por qué no dejo la enseñanza
Después de leer el artículo de Àlex Torío, me pregunto por qué no dejan la enseñanza más profesionales. Lo he pedido a distintos maestros. Y ante el derrotismo cabreado y fatalista de Àlex, que responde a una parte de la realidad, he encontrado otro tipo de vivencia, la de un vocacional optimismo crítico. Las respuestas que me han dado conforman este artículo.
Maria: "No hace ni 10 años que me dedico a la educación. Soy maestra de música de primaria y me gusta mucho el trabajo [...]. Lo que más, sin duda, estar con el alumnado, dar clase. Me lo paso muy bien. Estoy cansada de algunas maestras que culpan al gobierno, a las compañeras, al equipo directivo... y quedan atrapadas en este discurso [...]. Hay algo que falla si nos quejamos y no hacemos nada. Ante esto, siempre me pregunto: ¿qué puedo hacer esta situación? Y lo hago. He aprendido que desde la clase puedo cambiar muchas cosas. Echo de menos debatir con los compañeros y compañeras, debatir sobre cuál es la mejor metodología para la escuela, para los niños. Y sí, a veces me siento sola, pero no me doy por vencida [...]. Siempre he estado en escuelas de máxima complejidad porque para mí mi trabajo va más allá de enseñar unos contenidos, que también son importantes [...]. Reivindico el trabajo bien hecho de las maestras y de las escuelas, y te aseguro que las hay que hacen una faena excelente, crítica y muy necesaria".
Mia, directora de un instituto público: "Muchas veces me he planteado dejarlo, estoy muy descontenta de hace tiempo con el gobierno. Estoy en un barrio de gente vulnerable, donde somos el único referente cultural y el único contacto con la lengua catalana. «No te puedes jubilar, te necesitamos», me dicen. Lo podría hacer en breve, pero no lo haré. Las familias están muy desorientadas. No brilla nada de lo que hacemos, pero hacemos mucho y soy feliz: devuelvo a la sociedad lo que me ha dado. Dentro de una familia acomodada, a mí la vida me lo ha puesto fácil. Para mí, pues, es un reto personal y profesional. He venido a cambiar las cosas. Ver que algunos alumnos han terminado estudiando medicina o aeroespaciales es una gran alegría".
Judit: "Formo parte de una cooperativa de maestros, donde todos nos ayudamos y trabajamos en equipo. Somos un claustro estable. Trabajamos mucho, ¡pero muy a gusto! No tenemos la diversidad de otros centros, lo que debe tenerse en cuenta. Prefiero decir que soy maestra y no profesora porque incluye más que la parte académica (sobre todo los que estamos en ESO). Ser maestra me permite estar enganchada a la vida, tener contacto con los jóvenes, con padres y madres, con gente de ámbitos muy distintos. Es un trabajo muy social, de conexión con el mundo. Es un aprendizaje constante, en el que das mucho y recibes mucho. Hay una gran satisfacción al ver cómo crecen, cómo consiguen lo que quieren, cómo te escuchan. Te enriquece como persona. Es un reto constante: pide imaginación, sentido del humor, respeto, capacidad de adaptación. Es un oficio que debes sentir; como todos, supongo. Aquí jugamos con un material muy sensible, unos chicos y chicas que son el futuro. Hay que ser responsables y cuidadosos. Esto no significa tratarlos con algodones; son esponjas y quieren retos, también. Quieren que seamos exigentes, que nos preparemos el trabajo, que conectemos los aprendizajes con el mundo que viven, necesitan saber para qué sirve lo que les explicas. ¡Ser maestra es el mejor trabajo del mundo! Nadie ha dicho que sea fácil, pero ¿qué es fácil?".
Silvia: "Trabajo de maestra porque me gusta el día a día en las aulas. Puede ser tremendamente intenso, pero también se viven momentos gratificantes. Es muy motivador ver cómo aprenden y avanzan, por ejemplo cómo se van aficionando a la lectura o cómo se escuchan cada vez más y mejor durante las conversaciones. Llevo relativamente poco trabajando en el gremio, pero gracias a las experiencias que he observado de la mano de algunos compañeros puedo confirmar que el trabajo por proyectos, el trabajo cooperativo y los ambientes de aprendizaje pueden ser grandes impulsores del aprendizaje. También puede ser lo contrario si se aplican desde el desconocimiento. He tenido bastante libertad en todas las escuelas. Por tanto, aplico lo que veo que funciona. Y no obvio la importancia del trabajo sistemático y de la memorización. Es primordial y lo defiendo en todas partes donde voy".
Y otra Silvia, maestra de escuela concertada: "A pesar de los cambios en los últimos años que refleja el artículo del Torío, con el que estoy muy de acuerdo, el trabajo de maestra me gusta mucho. Cuando estás en el aula no tienes en la cabeza nada de esto, tienes niños con ganas de aprender y muchas familias a las que ayudar, que te agradecen lo que haces. No todo es culpa de las escuelas o del gobierno. La sociedad está cambiando. Existe una relajación general en todos los ámbitos y con cambios muy acelerados, sin reflexión. En algunas escuelas concertadas y privadas, el miedo a tener poca matrícula ha propiciado que se hayan relajado los criterios y las convicciones educativas. Me queda poco, pero seguiré hasta el final".