No es el estado de derecho, es Catalunya

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Fernández Díaz y Rajoy en el Congreso en una imagen de archivo.

Oyes que en un acto del PP gritan contra el terrorismo, pero resulta que no están condenando a ETA, ni al terrorismo islamista, ni al de estado, sino que están hablando del Procés. Lees que un juez está trabajando para imputar un delito de alta traición por injerencia de Putin y la trama rusa en general, y también están hablando del Procés.

Después lees pruebas de la participación del ministro Fernández Díaz y del conocimiento del presidente Rajoy en la guerra sucia contra el Procés y lo único que oyes es un espectacular silencio de los jueces y de los fiscales, solo roto por el grillar de unos grillos. Y si algún político del PP habla de ello es para brindar con un sonoro "¡olé tú!" lo de falsificar pruebas contra adversarios políticos.

Y entonces, definitivamente envalentonados, oyes que hacen esa pregunta retórica de la ministra Robles: ¿qué más debe hacer un estado, sino espiar? Si usted ha dudado en algún momento y ha pensado que los que se hacen esta pregunta con ademán dolido quizá tengan razón, recuerde cómo Londres y Ottawa desactivaron la independencia de Escocia y Quebec.

Pero, sobre todo, recuerde otra cosa: cuando hace veinte años la intención no era hacer la independencia sino un Estatut, ya reaccionaron con histeria política, ruido de sables y puertas traseras de los tribunales. Esta pregunta no la hacen desde ninguna profunda convicción democrática, sino desde el fondo de su sustrato cultural anticatalán. No es la independencia, es acabar con el hecho diferencial de Catalunya, lo que los une. Siempre ha sido así, y ahora, por mucho que lo disfracen de amor inconmensurable al estado de derecho, también.

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