No desperdiciar los pasos adelante

Haría gracia, de no hacer otra cosa, oír quejas de los dirigentes del Partido Popular porque con la cuestión del catalán en Europa se hace "política". Como si hacer política fuese algo malvado, y como si el PP no fuera un partido político. De hecho, el partido político más importante de España, pese a su inagotable historial de corrupción y utilizaciones espurias de los poderes públicos con fines, ehem, políticos. También afirman que el catalán no le importa a Pedro Sánchez, que solo quiere servirse para continuar en el poder: al PP ya no lo quieren, el poder, y que cuando lo tienen no se mantienen al precio que sea (que lo pregunten en Mazón). Concretando aún más, el PP acusa a los socialistas de usar el catalán para conseguir el apoyo de los siete diputados de Junts al Congrés: es, justamente, un apoyo que el PP también quiere tener, y que Feijóo ha pedido de forma explícita y pública. Que piensen que pueden obtener el apoyo de Junts haciendo campaña activa contra la oficialidad europea del catalán muestra su nivel de desesperación.

Naturalmente, es obvio que el repentino interés de Sánchez y el PSOE por el catalán es fruto de la aritmética parlamentaria y de la necesidad de apoyos: pero es que así, justamente, es cómo se hace política en democracia, con los acuerdos entre distintos, nacidos de las correlaciones de fuerzas salidas de las urnas. Es así y, en una conversación adulta, no tiene mucho sentido hacer ver que nos escandalizamos de ello, ni hacer demasiada cuestión. Otra cosa es que todo el mundo en Europa tenga claro a qué venden ahora tantas prisas por parte del gobierno de España en favor de la diversidad lingüística, cuando tradicionalmente no ha hecho más que ponerle obstáculos, y que algunos estados miembros se hagan orar. Fijémonos, sin embargo, de que los peros que ponen los interlocutores europeos son de carácter técnico (quien lo paga, cómo se implanta) o de política interna (estados que tienen lenguas minoritarias y que no quieren tener que reconocerlas), pero nunca el argumento de la supuesta irrelevancia de las minorías, que es lo que siempre esgrime. Fijémonos también que las principales reservas no vienen de los estados grandes de Europa, o no sólo, sino principalmente de estados con lenguas menos habladas que el catalán, como Finlandia y Croacia.

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Por último, que el sector independentista del llorique y la pataleta se ponga en contra de tan importante avance es difícil de comprender, pero encuentran la manera de hacerlo. Lo que hace falta es tener la independencia, dicen, pero eso parece que se va a retrasar un poco. Lo que hace falta es que el catalán sea hablado en su propio país, o territorios, o como digamos: por supuesto que es así, pero que sea oficial en las altas instancias ayuda a darle peso y prestigio, y eso también cuenta a la hora de sumar hablantes. No hacemos con el catalán en Europa como con el Congreso de los Diputados, otro paso adelante de gran trascendencia que algunos menosprecian y otros desaprovechan. Son avances que ahora tenemos y que hasta hace poco nadie habría creído que tuviéramos nunca de la vida.