No me digas que se te mueren las plantas, ¡tanoca!

Quizás en coche, yendo hacia Vilavella de Opencor, han visto un cartel en una rotonda: “Sant Kevin de Vallfosca, Villa Florida”.

Las villas florecidas son las que plantan flores y plantas en el espacio urbano, pensando en la belleza, pero también en eso que llamamos “la calidad de vida”. Es una iniciativa de la Confederación de Horticultura Ornamental de Catalunya (CHOC) y quizás ahora, con la sequía, no tiene las oportunidades que necesitarían para explicarse. Yo quisiera ser parte de una villa florida. A veces, viajando por el extranjero te maravillas de las plantas de los jardines, del estallido de color, y te dices: "A estos les sobra el agua". Pero también te dices que se pueden plantar flores y plantas de la zona, que no tienen demasiada sed, al revés, como el romero, el tomillo, la ajedrea... El verde, los jardines, las flores de las ventanas y de los portales , son parte de la cultura, como lo es la biblioteca o el polideportivo, de un municipio. Nada es más civilizado que pasear por una calle y ver flores en las ventanas (porque sí) o en el suelo, junto a los portales (porque sí). Tengo un vecino que planta girasoles, por puro placer. "Me gusta tanto este estallido de amarillo...", me dice.

El cuatro de octubre se hará “la gala” de las villas florecidas, y –sin saber, todavía, cómo será, ni dónde– diría que es un evento que debería transmitirse por la televisión, como contenido cultural. Las flores siempre parecen superfluas, un gasto que no sería necesario. Los acontecimientos políticos, las grandes cenas de premios en hoteles o pabellones, flores tienen pocas. Pero yo nunca olvido a aquel personaje de Dorothy Parker, la mujer deUn permiso fantástico, que esperando al novio que llega de permiso, durante la guerra, se está de comer para poder comprar flores que alegren un jarrón.