Lo que no quiero en Navidad

No quiero una colonia y una quema de la misma marca que vengan en un estuche transparente mayor que los envases. No quiero que los restos de cartón, plástico y papel de regalo sean mayores que el regalo. No quiero "una experiencia" comprada apresuradamente ahora y válida en febrero. No quiero una bufanda ni unos guantes, no quiero nada que lleve el ticket "por si se debe cambiar". No quiero cambiar nada. No quiero nada que te haya traído un señor de Amazon, no quiero nada comprado con prisas y estrés, no quiero que haya sido envuelto apresuradamente y sin ganas. No quiero nada útil, que me sirva para realizar los trabajos de la casa, como una freidora de aire. No quiero nada que cueste céntimos. Todo lo que cueste céntimos (vino, ropa, flores para plantar, aceite, un restaurante), cuando pueda, me lo regalaré yo misma. No hace falta que el regalo sea ahora. Que sea otro día, un día inesperado.

Quiero un poco de calma, quiero una mesa tranquila, quiero sonrisas cuando llego, quiero que alguien me pregunte cómo va, quiero reír tomando una copa de vino con las personas que me gustan porque les gusto. "Yo me daría a quien me quisiera", dijo el emocionante Palau i Fabre. Quiero ir a una mesa en la que sea bienvenida y me lo digan. Quiero compartir, más que nunca, pan, óleo, vino, palabras y música. No necesito ningún regalo donde vea el trámite, el hastío. No quiero ningún regalo que deba explicarme que es carísimo. Me encantan las cosas que no necesito, pero en estos momentos iré a pedir las que necesito. He llegado, por fin, al estadio aquel en el que pides —pero sin hipocresía, con toda la sinceridad— algo de calor y algo de inmaterialidad. He llegado, pues, al fin, al estadio aquel en el que pides —pero sin hipocresía, con toda la sinceridad— que el próximo año podamos estar todos y, sólo si esto es bueno, de la misma manera.

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Muy feliz Navidad y que el tió le caiga pocas cosas. Sólo las que le quepan en la barriga.