De Normandía a Vía Layetana

El fascismo está en las calles de Madrid, levanta el brazo, canta el Cara al sol y se encara con la democracia con el cinismo de hacerlo en nombre de sí misma. En Barcelona incluso programaron una contramanifestación para responder a la reivindicación permanente de la Via Laietana como espacio memorial, que probablemente entrará en los cartipases de transferencias en el nuevo ámbito de negociación que abre la investidura de Pedro Sánchez. Las imágenes de estos días me han transportado a un reciente viaje.

En el cementerio americano de Omaha Beach hay unas nueve mil estelas funerarias, la mayoría con cruces, pero también con estrellas de David. Recuerdan el Día D, el desembarco en Normandía de las fuerzas aliadas, esencial en la derrota militar del nazismo. También hay un museo y, aquí y allá, incluso por las calles y carreteras de la zona, se recuerdan a los soldados muertos con nombres, apellidos y fotografía. Un montón de hermanos del soldado Ryan.

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Pero el día de nuestra visita, además, había un grupo de americanos, familiares de aquellos chicos, que rezaban, hacían silencio, y uno de los supervivientes, casi centenario, se acercó a una silla de ruedas en el monumento funerario que encumbra el cementerio y depositó una corona de flores. Después, todos juntos, con la mano en el corazón, cantaron el himno nacional The Star-Spangled Banner, y el silencio del espacio se hizo más evidente con el contraste musical.

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Pero en España la memoria de quienes lucharon contra el fascismo está prohibida. Se entiende todo cuando, en todos los escenarios de aquella otra memoria de “norte allá, donde dicen que la gente es limpia y noble...” –siempre Espriu–, ves las banderas de todos los países que lucharon contra el fascismo: la española no está. ¡Cómo iba a ser si, con el pollo en el frontispicio, era aliada de Hitler y Mussolini! La derecha española tiene el problema endovenoso de una herencia franquista a la que no sólo no renuncia sino que reaviva pactando con la extrema derecha, y, consecuente con su pasado tronado e intolerante y reciclado por Vox en el punto limpio de la democracia, no soporta que la memoria, en tantos casos tan heroica como la de los que murieron en las playas francesas, honre a los que aquí como allá lucharon por la misma causa noble. No sea caso, tampoco, que el pasado conjugase en presente, como pretenden los ultras que rodean la sede del PSOE y que pudiera interpretarse que Franco es su venerado Cid Campeador y vuelve a cabalgar disecado en el caballo de Abascal.

En 2007, el PP votó contra la propuesta de ley de memoria histórica de Rodríguez Zapatero; en 2015, se opuso a retirar símbolos franquistas de los espacios públicos e incluso revocar los títulos y honores otorgados a Franco, su familia y sus colaboradores; en el 2018, el PP, Ciutadans y Foro Asturias votaron no en la condena del franquismo que había propuesto el PSOE. El escritor y filósofo Rafael Narbona ha recopilado este memorial de agravios y lo ha colgado en Twitter. Una llufa en el culo de los productores de la desmemoria.

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La desmemoria nos toca muy de cerca en la reivindicación del espacio memorial de Via Laietana. La primera vez que la reivindicamos como espacio memorial fue en el borrador que redacté para que Joan Tardà lo convirtiera en proposición no de ley en el Congreso de Diputados, y que, el 6 de julio de 2005, presentamos el propio Tardà, yo mismo, Jordi Carbonell –como víctima de la tortura– y Pep Cruanyes, de la Comisión de la Dignidad, que lidera con tesón y perseverancia hasta hoy mismo la reivindicación, con las manifestaciones mensuales en la puerta de la jefatura y testigos, recuerdos y homenaje a tantas personas que fueron víctimas de crueldades terribles en los calabozos y los despachos de la ignominia.

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Desde entonces, el recorrido de la reivindicación ha sido tan largo como infructuoso. La Comisión de la Dignidad ha recogido los pasos que se han ido dando. El primero de junio de 2017, el Congreso aprobó convertir a Via Laietana en un Centro de Memoria, con votos favorables del PSOE y contrarios del PP. El 18 de noviembre de 2019, la comisión de Derechos Sociales, Cultura y Deportes del Ajuntament de Barcelona exigió al gobierno central la aplicación de la resolución del Congreso. El 22 de marzo de 2022, el presidente de la comisión de Interior del Parlamento dirige una carta a la delegada del gobierno español pidiendo la visita de una comisión parlamentaria para comprobar el estado de Via Laietana 43. El 22 de diciembre de 2022 , Junts, ERC y la CUP instan a cerrar Via Laietana como comisaría y traspasarla a la Generalitat para crear el Centro de Memoria; el PSC se abstiene y PP, Cs y Vox se oponen. La última iniciativa parlamentaria vuelve a ser de ERC, que el 14 de febrero de este año insiste en la comisión de Interior en la iniciativa, pero aquí el PSOE se desmarca: ahora se girará la tortilla.

La democracia debe a la lucha antifranquista catalana el espacio memorial de Via Laietana, donde personas íntegras de todas las tonalidades políticas y sociales –de comunistas y anarquistas a catalanistas, democristianos, independentistas y socialistas, de sindicalistas a empresarios, escritores, cantantes, pintores , eclesiásticos...– escribieron páginas heroicas en defensa de las libertades políticas y nacionales. De los derechos humanos, en definitiva.

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El 6 de junio del próximo año hará ochenta años del desembarco en Normandía, se hablará urbi et orbi del resarcimiento de la memoria de los luchadores por la democracia ante la ausencia de la bandera española. En el 2025 hará cincuenta años del deceso de Franco y ojalá pueda presentar en el Espacio Memorial Via Laietana el libro que estoy preparando con material inédito sobre uno de los episodios clave que se produjeron. Si Dios quiere, con el libro en la mano, podré decir –proclamar, en su caso– con datos de la historia que la memoria democrática no va contra nadie y que es un patrimonio inmaterial de la humanidad.