¿Qué ocurre con los hombres jóvenes?

El lector un poco informado habrá oído hablar del giro reaccionario de los hombres jóvenes, que ya son, de media, el grupo que se sitúa más a la derecha de nuestra sociedad. Tienen más tendencia a votar a partidos de derecha radical, a expresar posiciones antiimpuestos, autoritarias y escépticas con la democracia y, sobre todo, antifeministas. Por el contrario, las mujeres jóvenes (en algunas dimensiones) se han movido hacia la izquierda, lo que ha abierto una gran grieta ideológica y de valores entre hombres y mujeres de las generaciones más jóvenes, con consecuencias profundas.

Para explicar esta dinámica a menudo se pone el foco en tiktokers y youtubers que difunden mensajes reaccionarios. Sin negar la influencia de las redes sociales, es necesario ser escépticos con las explicaciones simplistas. En las redes hay contenidos de todo tipo, y si triunfan más unos que otros es porque encajan con lo que la audiencia quiere escuchar. Todos nos exponemos, selectivamente, a esa información que encaja con nuestras ideas. Por eso, la popularidad de personajes reaccionarios en las redes es un síntoma, más que la causa principal, de lo que está pasando.

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Por eso es importante ir más allá, y hacerse las preguntas difíciles. ¿Cuáles son los malestares que escoran a este sector de los jóvenes hacia posiciones reaccionarias? No es fácil identificar sus causas con claridad, pero sí podemos decir que los hombres jóvenes afrontan algunas tensiones estructurales singulares que alimentan el malestar.

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Por ejemplo, en el mercado de trabajo. Los trabajos más masculinizados, sobre todo los de tipo manual, son los más vulnerables a la robotización y a la deslocalización. Y esto ya está afectando también a otros sectores masculinizados más cualificados, como los programadores, que son uno de los colectivos más vulnerables frente a la IA. En cambio, las profesiones más feminizadas, por lo general, tienden a estar vinculadas al cuidado de las personas, los servicios personales o la atención al público y, aunque tradicionalmente han tenido condiciones estructuralmente más precarias, están menos expuestas a estas amenazas.

Por otra parte, existe el hecho —explotado interesadamente por los discursos reaccionarios— de que algunas de las políticas de igualdad de género en el mundo laboral, necesarias como son, a menudo implican una dinámica de compensación intergeneracional. Si se establecen cuotas en el acceso a determinadas profesiones o en la promoción dentro de los trabajos, por ejemplo, los costes no recaen en los hombres mayores y ya asentados laboralmente, sino en los jóvenes que quieren acceder a ellos, que asumen así los costes de compensar los efectos de los privilegios de las generaciones anteriores.

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Sin embargo, la fractura ideológica ya se manifiesta en adolescentes de 13 y 14 años, antes de la incorporación al mercado de trabajo, por lo que hay que fijarse en lo que ocurre en el sistema educativo. Ya hace tiempo que en educación los chicos quedan atrás. Aunque los datos están mejorando, el abandono escolar prematuro es 6 puntos porcentuales mayor entre chicos que entre chicas. Más del 57% de alumnos que se presentaron a la convocatoria del pasado año de las pruebas de acceso a la universidad eran mujeres, aunque representan un 47% de la población de 18 años en Catalunya. El curso 2023-24 accedieron a las universidades catalanas un 57% de chicas. Salvo los estudios de ingeniería, con un 70% de hombres, en todas las demás ramas el predominio femenino es muy claro: son el 73% en las ciencias de la salud, el 66% en humanidades, el 60% en ciencias sociales y jurídicas y el 53% en las carreras de ciencias.

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No es solo el acceso a los estudios, sino también las notas. Mientras que en las PAU los resultados de chicos y chicas son casi idénticos, en bachillerato hay casi medio punto de diferencia a favor de las chicas. Es una diferencia muy importante, que puede deberse a varios factores: sabemos que los chicos tienden a rendir mejor en situaciones de alta presión, y que las chicas suelen ser más constantes. Pero también hay mucha evidencia acumulada que apunta a un sesgo sistemático en la evaluación: en muchos experimentos aleatorizados que se han realizado en varios países se detecta que, ante la misma tarea, la calificación que reciben las chicas es significativamente mayor que la de los chicos.

Todo ello, como es lógico, tiene consecuencias en la percepción subjetiva del sistema educativo. Tanto las valoraciones de la experiencia escolar como la opinión sobre el profesorado son más negativas entre los chicos. Estos diferenciales educativos, que se van ensanchando, tienen consecuencias en muchas dimensiones, tanto materiales como culturales, porque el acceso a la educación es transformador de vidas y conciencias.

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Por eso es importante analizar bien qué pasa con los chicos en el sistema educativo, y más allá. Da respeto hablar de ello, por el riesgo de que la reflexión sea instrumentalizada por los sectores reaccionarios. Pero es imprescindible entender bien las causas profundas de la dinámica reaccionaria entre un sector de los hombres jóvenes, para tratar de contrarrestarla más allá de discursos moralizantes, que a menudo son contraproducentes.

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Es necesario afrontar los retos y problemas específicos que afectan a los chicos jóvenes en el ámbito educativo, laboral, de salud o de ocio. Pero también en el plano simbólico y de discurso. Da la impresión de que falta un discurso positivo sobre la masculinidad con el que se puedan identificar la mayoría de los jóvenes, sin asociarla sistemáticamente a connotaciones negativas (toxicidad, violencia) ni insistir en desmontarla. Renunciar a ello equivale a dejar en las voces reaccionarias todo el espacio para definir en positivo qué es ser hombre hoy.

Esto, obviamente, no debe ir en detrimento de afrontar las formas de discriminación y problemas específicos que sufren las mujeres jóvenes —desde la presión estética a las violencias sexuales, la precariedad laboral, la desigualdad en las cargas de cuidados o la penalización laboral por maternidad, entre otras. Es más: para consolidar y profundizar los avances hacia una sociedad igualitaria, hoy es imprescindible también entender y atender los retos y malestares de los hombres jóvenes.