La oralidad desnuda

"Esto era y no era, buen viaje haga el jilguero…" La tonalidad aterciopelada de la lengua se extiende por el aula sin hacer ruido. Las orejas de los niños se abren dispuestas para acoger la melodía. Son las maestras-abuelas recuperadoras de cuentos, un proyecto de Rosa Sensat impulsado por maestros jubiladas, que se desplazan por toda Cataluña explicando cuentos, mitos y leyendas en las escuelas. Un grupo magnífico, formado por dales habladoras de voces ancestrales que defienden la oralidad desnuda. No utilizan estas rampoines de hoy en día llamadas así: soportes. No utilizan ni texto ni ilustraciones, y no hace falta decir pantallas. Sólo la voz y el gesto. La narración, entonces, se convierte en fluida y llena de cadencias. Se hace sentir la fuerza de la lengua sola, rellena de pareados y trabalenguas. La oralidad de la transmisión de los mitos y los cuentos vincula a los niños con nuestra tradición y les hace entrar en contacto con una lengua catalana excepcionalmente bella, que estas maestras-abuelas conocen por dentro y a fondo.

La oralidad tiene que ver con dos cosas: la voz de quien habla (los tonos, la melodía) y las palabras que emplea. Como diría el filósofo Miquel Seguró en su último libro sobre el encanto del mundo, saber hablar bien hace posible que haya mundo. En esta dirección, los maestros deberíamos hablar un catalán impecable, poder gozar del placer natural y espontáneo de la lengua oral y su música. El propósito pedagógico sería convertir el catalán oral en una experiencia estética y ética, de apalabramiento del mundo y de civismo.

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Voy pensando estas cosas mientras leo los datos sobre los resultados en las pruebas orales de catalán en 6º de primaria y 4º de secundaria: "En las últimas pruebas de lengua oral que se han realizado en escuelas e institutos de Cataluña ha habido el triple de suspensos de lengua catalana que de lengua castellana". No me extraña mucho, porque la lengua catalana es cada vez menos vehicular y más escolar. Esto significa menos hablada: la lengua no se oye ni se utiliza espontáneamente. Sin embargo, me preocupa un párrafo que dice así: "Según las instrucciones de corrección, un alumno de 4º de ESO alcanza el nivel satisfactorio de catalán aunque haga un uso excesivo de palabras muleta como bueno, vale o en plan; presente bastantes interferencias de otra lengua utilizando expresiones como teníamos que ir o mi casa, o sufra interferencias lingüísticas de uso social muy frecuente como bueno o púas". Encuentro inadmisible considerar satisfactoria una lengua dañada. Ahora bien, ¿cómo se encara este problema desde una perspectiva pedagógica y no solo político-técnica? Esta es la cuestión difícil que debemos afrontar hoy, y para ello tenemos que contar con un hablar exquisito. El grupo de las maestras-abuelas conoce una receta cosechada en la noche, de los resonar palabras nunca oídas, en el eco de un lugar donde la cadena de las generaciones existe, de un mundo encantado con una polifonía de voces, canon magnífico de nuestra lengua, tan bella y tan olvidada.