El patriarca Florenci Pujol va a juicio 45 años después de su muerte

Florenci Pujol i Brugat fue un personaje interesante. Amasó la mayor parte de su fortuna, que llegó a ser considerable, traficando con la materia prima más escasa en una dictadura autárquica: las divisas que permitían importar y exportar a la industria textil catalana. Ahora, 45 años después de su muerte, en 1980, protagoniza el juicio contra su hijo Jordi y siete de sus nietos.

Resulta curioso que Pau Ferrer, abogado de cuatro de los hijos del ex president (Marta, Mireia, Pere y Oleguer), presentara como prueba de la defensa, en la primera sesión del juicio, el libro Banca Catalana. Más que un banco, más que una crisis. Ese libro lo escribimos Siscu Baiges, Jaume Reixach y yo mismo tras una larga y desagradable investigación: el banco arruinado de Jordi Pujol era un tema tabú y nadie quería hablar abiertamente sobre ello. Abundaron las presiones y amenazas, antes y después de la publicación. El libro marcó de una forma u otra las vidas de los tres.

Cargando
No hay anuncios

Me parece entender que, con el libro, el abogado Ferrer intenta demostrar que el padre de Jordi Pujol fue un hombre rico y que, por lo tanto, la explicación del ex president de Catalunya según la cual el dinero que ocultaba en Andorra procedía de un legado de Florenci tendría sentido: un pequeño tesoro escondido en el extranjero por si un día su hijo tenía que exiliarse. Todo es posible, desde luego. Personalmente, sin embargo, tiendo a no creerme esta versión de la historia.

Florenci Pujol y su socio Moisés David Tennenbaum sabían mover dinero. Con poco más de veinte años empezaron a trabajar para una agencia de cambio y bolsa. Después de la Guerra Civil, y establecidos por su cuenta, tuvieron una posición dominante en el Bolsín, un mercado de valores más o menos extraoficial que trabajaba de forma paralela a la Bolsa de Barcelona. También crearon una agencia de compraventa de divisas.

Cargando
No hay anuncios

Conviene recordar el contexto histórico. Desde la victoria franquista hasta el plan de estabilización de 1959, la economía española fue autárquica. Es decir, permaneció casi aislada del exterior. Debido a un déficit crónico en las balanzas de pagos y comerciales, el Banco de España apenas tenía reservas en divisas. Y la industria española, concentrada en Catalunya y el País Vasco, necesitaba divisas para importar materia prima. Sin materia prima y herramientas no había exportaciones. Y sin exportaciones no ingresaban divisas. Era un círculo vicioso.

Personas como Florenci Pujol y Moisés David Tennenbaum ofrecían soluciones al problema de las divisas. Evidentemente, no de forma legal, porque apenas existían formas legales. Florenci, conocido como “el Pujolet de la Borsa”, practicó cotidianamente el tráfico de divisas y, en consecuencia, la evasión de impuestos. Gracias a sus negocios, en 1959 (año en el que terminó oficialmente la autarquía y por lo tanto su modus vivendi en los márgenes de la legalidad) pudo comprar la Banca Dorca de Olot.

Cargando
No hay anuncios

Era un banco que apenas valía nada, pero tenía un gran valor como ficha: crear un banco nuevo era casi imposible para una familia como los Pujol, falta de credenciales franquistas, pero en cambio sí podían comprar y desarrollar uno ya existente. Dos años después, la Banca Dorca pasaba a llamarse Banca Catalana. Los autores de Banca Catalana no conseguimos averiguar cómo pudo autorizarse ese nombre en aquellos tiempos. El caso es que Florenci le regaló a su hijo el banco que, según Jordi Pujol, le hacía falta para reconstruir políticamente Catalunya.

No hay espacio para explicar aquí las causas de la crisis de Banca Catalana en 1982. Hubo muchas, fundamentalmente relacionadas con una gestión más política que bancaria. La querella que en 1984 presentó la Fiscalía General del Estado contra los antiguos gestores del banco, entre ellos Jordi Pujol, y el sobreseimiento del asunto en 1990 son dos hitos centrales en aquel largo fenómeno que llamamos “pujolismo”.

Cargando
No hay anuncios

Ciertamente, Florenci Pujol pudo dejarle dinero oculto a su hijo. Pero, insisto, no me lo creo.

Porque no creo que Florenci lo hiciera sin comunicárselo a su hija Maria y a su yerno, Francesc Cabana, en quien tenía la máxima confianza. Porque nunca aclaró de forma definitiva qué pasó con las acciones de Pujol en Banca Catalana: ¿fueron, como las otras, reducidas al valor de una peseta en la “operación acordeón” del saneamiento? No lo acabo de ver. Y tras una venta encubierta previa a la crisis (simple hipótesis), el dinero obtenido podría haber acabado en Andorra. Y porque, aunque no creo ciegamente en los informes de la policía española, el tráfico de bolsas de billetes por parte de la familia de Jordi Pujol hacia Andorra existió, y duró muchos años.