Pequeños emperadores, grandes emperadores
Leemos en el ARA un esclarecedor artículo de Isabel Escriche que nos hace ver cómo detectar si un niño es un “pequeño emperador”. En el texto, la autora concluye que para evitar que los niños tengan la autoestima baja es habitual repetirles exageraciones como "eres el más valiente" o "eres la más inteligente", y que justamente esto puede ocasionar que la tengan demasiado elevada. Los síntomas, explica, serían “quejarse por todo, ser exigentes, tener una posición corporal desafiante o sentirse superior a los demás y culpabilizarlos de todo lo que les ocurre tanto en la escuela como en las extraescolares o en el parque”. Si la conducta persiste por encima de los cinco años, se ve, la Universidad de Washington considera que es "una señal de alerta de que algo no va bien". debemos hablar sólo de niños? Repasamos los síntomas? emperadores y pensamos si no hay adultos, a nuestro alrededor, que son miembros máximos de la realeza, y que deberían hacer sufrir a los de la Universidad de Washington. ¿Quejarse por todo? ¿Ser exigentes? ¿Tener una posición corporal desafiante? ¿Sentirse superiores a los demás y culpabilizarlos de todo lo que les ocurre en el trabajo o en casa?
Los pequeños emperadores tienen los padres, claro, que les dicen todo el día lo fantásticos y “cómo se han esforzado”. Los grandes emperadores tienen amistades devotas, monitores de terapias florales, anuncios de crema para el cuerpo, políticos y activistas y, por supuesto, tazas de café, que les dicen lo mismo. Yo conozco a más grandes emperadores que pequeños emperadores. Sobre todo a partir de los 40.