Periodismo con carácter retroactivo

El domingo por la noche, Lo de Évole conmemoraba en La Sexta el vigésimo aniversario de los atentados en Madrid del 11-M. El planteamiento de los dos episodios de Los cuatro días que nos cambiaron estaba enfocado en las vivencias periodísticas de los protagonistas porque la conclusión, desde hace años, ya es conocida, bastante compartida y ya ha sido explicada: el gobierno de Aznar nos engañó sobre la autoría del atentado para sacar rédito electoral. Lo de Évole se centraba en el trabajo de Cadena Ser, elABC y Televisión Española. Aunque en un primer momento el criterio no parecía muy claro, a medida que avanzaba el relato se entendía el motivo de la selección. Todos cometieron errores y todos fueron víctimas de las mentiras de estado, pero unos cayeron de buena fe, otros por dudosas convicciones de línea editorial y otros por puro sectarismo propagandístico. El programa trenzaba cronológicamente los recuerdos de los periodistas implicados: desde la memoria de una mañana laborable cualquiera hasta el caos, la incredulidad, el horror y las dificultades profesionales para afrontar el atentado de Al Qaeda. Unos luchaban por contrastar las versiones y otros por trabajar con libertad dentro de su propio medio. Los testigos estaban muy bien escogidos y sus aportaciones servían para entender los dilemas y presiones que se afrontan en el oficio. El programa era sólido e interesante pese al riesgo de caer en cierta épica donde los periodistas acaban convirtiéndose en el epicentro de los grandes acontecimientos. Sin embargo, la reconstrucción de los hechos permitía al espectador entender los vínculos, tensiones y equilibrios entre el periodismo y el poder. Sin embargo, juzgar ahora puede ser ventajista.

Los cuatro días que nos cambiaron tomó buenas decisiones televisivas. Por un lado, no contar con los testigos de políticos ni víctimas. Seguro que estos otros dos sectores pueden formar parte de futuras conmemoraciones. También fue un acierto evitar rellenar el programa de imágenes de la masacre. Sin embargo, en la trama delABC y la conversación con Zarzalejos echamos de menos la inclusión de la portada de la edición especial del 11-M de la que hablaron, pero no llegamos a ver.

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Ahora bien, el programa de La Sexta hace plantearnos, una vez más, si como periodistas nos estamos acomodando a la hora de explicar los eventos más importantes con carácter retroactivo. Más allá de las noticias del día a día, explicamos los hechos en profundidad diez, quince, veinte o veinticinco años después. Está bien mirar atrás, pero una cosa es el periodismo y otra es repasar la historia. Las conmemoraciones son útiles y sirven para reexplicar los hechos a las nuevas generaciones que no lo vivieron y mantener despierta la memoria de país. Pero el periodismo con carácter retroactivo puede ser también una trampa. Es como si siempre fuéramos tarde. Y puede perpetuar la idea o la inercia, seguramente vinculada a un miedo heredado por tradición, que la libertad para hablar y explicar en profundidad sólo existe cuando tenemos unas décadas de distancia con los hechos.