Plaza de los Ángeles, alcaldes y monopatinadores
“La plaza dels Àngels tendrá un Macba más amplio, un CAP y menos skaters”, “Árboles por skaters ante el Macba”, “La reforma de la plaza del Macba echa a los patinadores”, “Árboles y parterres verdes contra los skaters frente al Macba”. Todo el mundo ha entendido el mensaje: el Ayuntamiento ha anunciado una reforma que incluye el propósito nada disimulado de ahuyentar a los monopatinadores de la plaza dels Àngels.
Es una plaza desaveniente. Y tampoco es agradable caminar por las calles que llevan, porque tienes que estar vigilando que un ganado no te atropelle con todos sus kilos cuando te frota a velocidad de hospital, y el estruendo de las ruedas contra el pavimento martirizado es agotador para los nervios.
Claro, la postal es fantástica: en el corazón del Raval multicultural se alza un edificio de Richard Meier dedicado al arte contemporáneo, con monopatinadores de figurantes que comparten fraternalmente el suyo know-how de piruetas. Para los turistas escoolpero no lleven ni una criatura ni una persona mayor.
¿Cómo ha podido ser un secuestro de un espacio público de esta magnitud? Si mañana subimos con bicicletasfree style, tampoco nadie nos dirá nada? ¿Ha sido necesario encargar una reforma de toda la plaza para tomar una decisión de orden público porque ningún alcalde quiere enfrentarse a los monopatinadores porque hace autoritario? ¿No se les puede buscar sitio a otro lado?
Gobernar una ciudad no es fácil, pero los alcaldes tienen tendencia a confundir inversiones urbanísticas con transformaciones sociales. Y, en realidad, la obra pública es imprescindible, pero es un complemento de un bien superior que es el espíritu de la ciudad, que reside en la convivencia, el civismo y el respeto de sus habitantes.