¿Es posible un golpe de estado?

1. La derecha estatal lo está intentando a contrarreloj. Ahora, ya a la desesperada. Con la excusa de la amnistía que se avecina, intenta impedir la investidura de Pedro Sánchez por todos los medios a su alcance. O, al menos, enrarecerla. La etiquetan de antidemocrática, cuando quienes no respetan el juego de las mayorías y las negociaciones políticas son ellos. Me refiero a las viejas cacatúas políticamente amortizadas (Aznar, Felipe, Guerra), pero también a los jueces, la Guardia Civil y Antena 3. Los de siempre. Nada nuevo. Cada uno en su ámbito trata de envenenar los pactos que el PSOE está cerrando a cinco bandas con una capacidad negociadora que no hay que menospreciar.

2. Mediáticamente, es significativo lo que pasó en El hormiguero de Pablo Motos. Lo explicó Mònica Planas en su crítica televisiva. Las tertulias políticas de este show de Antena 3 son de pensamiento único, y en las últimas emisiones todo gira en torno a una sola idea: "la humillación de España" por ceder a las peticiones de los golpistas y los fugados de la justicia. Así los llaman ellos. Las opiniones son unánimes y, en cambio, hablan como si fuera una muestra representativa de la sociedad. Sobre el “escándalo” que para ellos significa lo que está a punto de pasar, suben en la indignación verbal hasta llegar al extremo de que el propio presentador, que es la hormiguita más elocuente, explicita: “Siento vergüenza de decir que soy español”. Toni Clapés pasó, en el Versió RAC1, algunos de los fragmentos de esta arenga de Pablo Motos. Después, Clapés se preguntó si era posible un golpe de estado en España. No parecía una pregunta retórica sino un temor, un pronóstico posible. Una sensación, al menos.

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3. Tras cerca de cincuenta años de democracia y tras una alternancia política entre socialistas y populares que lleva ya cuarenta años, no parece posible que en España vuelva a haber un 23-F. Ni siquiera un intento. Quizás no por falta de ganas de algunos nostálgicos, que todavía existen, en las élites del Estado, en el ejército y en la calle. Hay manifestantes que cada noche, a las puertas de Ferraz, el kilómetro cero del socialismo, claman consignas contra Sánchez, piden “paredón” para Puigdmenont y gritan “Franco, Franco” sin que nadie les haga callar, aunque sea por vergüenza ajena. Los tricornios, en el 2023, ya no son lo que eran, el ejército es una institución anticuada y el rey actual no quiere complicarse la vida. Suficiente trabajo tiene para intentar perpetuar la Corona, que no les estalle otro escándalo familiar y que no se alborote mucho el gallinero republicano. Por encima de todo esto, la Unión Europea pesa demasiado y no se permitiría, en ningún caso, una veleidad golpista. La situación, España adentro y España afuera, no es la de 1936, ni la de 1981... Ni la del 2017. Ahora lo que hay es ruido interesado por desgastar a Sánchez y por ensuciarle la legislatura, antes incluso de formar gobierno. El PP sabe mucho de embarrar el terreno de juego. Para Vox es su modus vivendi. A unos y a otros no les importa lo más mínimo fomentar el odio que generan sus gestos, si eso los acerca al poder. Nada nuevo, tampoco.

4. La Unión Europea, la ONU, la OTAN... Con inocencia, pensamos que estas organizaciones supranacionales nos salvarán de los verdaderos problemas del mundo. Habrá un conflicto y ellos, por vía diplomática, sabrán resolver situaciones que claman al cielo. Pero nadie ha sabido frenar a Putin en Ucrania, ni tampoco a la barbarie de Gaza. Estas organizaciones ni siquiera saben pedir un “alto el fuego”. Lo llaman “pausa”, para que nadie se ofenda, mientras gente inocente va muriendo a miles, sin tener ni siquiera el consuelo de saber que, en el futuro, serán solo una cifra en un libro de historia. Un mero dato en el volumen de la vergüenza.