Un presidente de Estados Unidos pro-ruso
Del histórico y vergonzoso dos contra uno que Trump y Vance le hicieron a Zelenski hay un momento clave, en el que el presidente ucraniano les advierte que ahora no sienten el peligro de Rusia porque Estados Unidos está separado de la guerra por un océano, pero que ya sabrá decirle en el futuro. Es entonces cuando Trump levanta el dedo y la ve para contestar: "Tú no sabes eso, no nos digas qué oiremos". Zelenski les está advirtiendo del peligro de hacerle el juego a Putin, y Trump no tolera que nadie se atreva a rectificarle en público, y menos si es para alborotarle el gallinero señalando el punto más débil y más increíble de su plan: un presidente de Estados Unidos humillando al presidente de un país invadido por Rús. Por eso Trump deja caer entonces la bomba de la Tercera Guerra Mundial.
En el cambio de orden mundial al que estamos asistiendo a velocidad digital desde que Trump tomó posesión hace 40 días, la escena del Despacho Oval representa el día en que el presidente de Estados Unidos abrazó la estrategia del de Rusia, le dio por rehabilitado y dijo a Europa que ya se lo hará, mientras Europa todavía está llena de bases y tropas.
¿Habría cambiado algo si Zelenski hubiera hecho como Macron (reír las gracias de Trump por hacerle sentir inteligente) o como Starmer (sacarle el sobre con la carta del rey Carlos de Inglaterra para hacerle sentir importante) y no se hubiera dejado llevar al terreno que dominan los abusananos? No parece. Trump tiene un propósito, América primero, y eso pasa por entenderse con los más fuertes de la clase. El resto somos considerados un estorbo desagradecido, aunque esto signifique que Trump esté representando el distópico papel de un presidente americano pro-ruso.