El presidente Illa y la lengua catalana

En la primera entrevista pública que ha concedido la consellera de Cultura, Sònia Hernández Almodóvar (Barcelona, 1968), su respuesta inicial ha sido esta: "La cultura catalana es muy diversa, muy rica e, históricamente y también ahora, se ha enriquecido mucho con la llegada de gente de todas partes. Es una cultura en constante evolución que tiene un eje: la lengua. El conseller de Política Lingüística, Francesc Xavier Vila Moreno (Esplugues de Llobregat, 1966), también en su primera entrevista, y también en el ARA, afirmaba: "Es muy importante que el PSC haya hecho una apuesta tan clara como ha hecho por la lengua catalana, porque esto claramente ayuda a romper estereotipos, a romper barreras mentales". Además, tanto una como otro hacían referencia al encargo del presidente Salvador Illa de dar continuidad al trabajo de la anterior consejera, Natàlia Garriga, de ERC, a la que el líder del PSC, antes de ganar las elecciones, no había parado de elogiar. Sonia Hernández y Francesc X. Vila habían sido altos cargos de Garriga.

A través de estos dos consellers, la continuidad deseada y a la vez prometida por Illa tiene dos pilares: el dinero, con el objetivo de que Cultura, incluida Política Lingüística, llegue al 2% del presupuesto (una petición histórica del sector), y la lengua catalana, para sacarla de la posición de debilidad en la que se encuentra. En el Consell Executiu, pues, hay dos consejeros trabajando en esta dirección. De hecho, "dinero y lengua" son la respuesta de Isla al independentismo. Es decir, financiación singular y asegurar el futuro del catalán. Son dos objetivos tan titánicos como ampliamente compartidos. Sólo los resultados darán credibilidad al reto.

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Illa en ningún caso renuncia al castellano, pero entiende que el bilingüismo actual es peligrosamente asimétrico. La asimetría viene de lejos, se corrigió un poco en los años 80, pero ha vuelto a hacerse evidente. Históricamente, el PSC fue un garante para que el catalán llegara a todas partes, allí donde era poco o nada hablado, y por eso se explica la apuesta por la inmersión lingüística en la escuela (se logró descartar la idea de hacer una doble red escolar, en catalán y castellano, con la que había flirteado el pujolismo; junto a la inmersión escolar, Pujol después añadió TV3). Ahora la televisión ya no tiene igual fuerza y la inmersión ha entrado en crisis. Entre la persecución judicial y el cambio sociolingüístico experimentado por la sociedad catalana, no es fácil revertir el ambiente y la praxis escolar a favor del catalán.

Y aquí entra una tercera consellera, la de Educación, Esther Niubó Cidoncha (Barcelona, 1980), que también se estrenó en su primera entrevista pública, de nuevo en el ARA, así: "El retroceso del uso social del catalán, sobre todo entre la población joven, no sólo debe preocuparnos, sino que debe ocuparnos. Des de el sistema educativo debemos garantizar que al final de la educación obligatoria todo el alumnado tenga un dominio pleno del catalán, el castellano, y el occitano aranés en Aran, que también son lenguas oficiales de Cataluña, pero es evidente que el catalán es la lengua propia, la vehicular, y que tenemos que defender y promover".

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La unidad de acción del gobierno Illa con la lengua parece clara. Habrá que ver con qué fuerza y convicción se concreta. Un impulso importante, nada menor, podría aportarlo directamente el presidente Illa, dando ejemplo. Para revestir la lengua propia del país de fuerza simbólica, como presidente de la Generalitat en todo acto oficial público siempre debería dirigirse a la audiencia en catalán. Un gesto persistente así, que además responde a una continuidad institucional -el propio Montilla se esmeró en ello-, daría un imprescindible plus de estatus al idioma, que de esta manera sería percibido a la vez como lengua de poder y de ascensor social. El mensaje entonces se convertiría en diáfano: todo el mundo que quiera relacionarse con el gobierno catalán -sea un gran empresario o el último inmigrante recién llegado- debe conocer la lengua secular del país, que así, desde su primera autoridad, sería visualiza con naturalidad como imprescindible y actual.