Esa puñetera manía de hablar en catalán

Sin negar el interés que puedan tener las elecciones catalanas en el conjunto del Estado, convocar a los candidatos para que debatan tiene como objetivo principal ayudar a conformar el voto. Cosa que, a la espera de que los jueces no decidan lo contrario –que todo podría ser–, de momento solo afecta a los ciudadanos catalanes. Por lo tanto, parece razonable que los presidenciables escojan la lengua a) que sienten que dominan mejor y b) que creen que les reportará más votos. Al final, el debate lo vieron 242.000 espectadores en Catalunya y 133.000 afuera. Lo más razonable era que subtitularan a los candidatos que hablaran catalán, de forma que así todo el mundo podría expresarse en la lengua en la que se sintiera más cómodo. Además, cambiar de lengua –en el contexto político actual– podría tener un impacto en la imagen de los candidatos que se presentan a las elecciones defendiendo la capacidad de Catalunya para decidir su futuro, incluido el lingüístico.

Pero no para la caverna. “Asedio a Salvador Illa y desprecio separatista al castellano en el debate de TVE”, escribe El Mundo en su titular. Cuando tu relato pasa por que hablar catalán no sea una opción, sino un desprecio, estás diciendo que hay una lengua subordinada, apta para sardanas pero que tiene que acotar la cabeza y decir "Sí, bwana" en presencia de la lengua única y verdadera. “Los candidatos independentistas se niegan a hablar en castellano en el debate de TVE”, titula el Abc. Esto es directamente retórica franquista, le falta un “desafecto” por aquí y un “inasequible al desaliento” por allá. Y, si nos zambullimos en el barrizal de los comentarios, encontramos lectores blasmando este “dialecto infecto”.

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Estos son los medios que, después, escriben resabidos análisis sobre la fractura en Catalunya. Con el hacha junto al teclado.