¿Quieres un polideportivo?

El Ayuntamiento de Barcelona hace un anuncio pidiendo la participación ciudadana. Varias voces, masculinas y femeninas, hacen propuestas de mejora del entorno en el que viven. “Yo quiero que se construya un polideportivo”, dice uno, pongamos por el caso (cito de memoria). Y entonces, la voz institucional te invita a realizar propuestas “por los barrios”.

Libros míticos de mi infancia como El zoo de Pitus, de Sebastià Sorribas, o ¿Y tú qué haces aquí?, de Joaquim Carbó, te hacían envidiar esta vida vecinal, solidaria, cercana, participativa, pacífica de Barcelona. Pero son libros que responden a una época en la que se podía ser pobre o modesto, pero la vivienda no era un problema. Los alquileres eran indefinidos y las viviendas, por tanto, para siempre. Quiero decir que es sólo sabiendo que no te van a echar de un sitio que se puede “querer” hacer barrio. Sabiendo que no vendrá un fondo buitre a expulsarte, no habrá un empresario que quiera hacer pisos turísticos, no te dirán que el alquiler es para cinco años y veremos qué pasa, no tendrás el mercado lleno de turistas. No tendrás, por supuesto, una hipoteca variable que no pare de subir, y que te obligue a un seguro de vida carísimo, que no te permita demasiado más que comprar jamón dulce envasado y tomates con el mismo gusto que un mochi . Es difícil enzarzarte por un polideportivo en un lugar donde no sabes si vivirás siempre. “No tener dónde caer muerto”, que decían antes, significa no tener una propiedad.

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En el 210 de la calle de Viladomat, de Barcelona, ​​los vecinos están movilizándose porque en el patio de la manzana están pintando las casillas de un futuro parking. Las ventanas de algunos pisos estarán a un palmo del tubo de escape de los coches aparcados, una idea que haría infartar a Ildefons Cerdà. Quiero decir con esto que "participar", más allá de disfrutar de las fiestas, de los parques y de los comercios, cuando no estás arraigado se hace sólo de forma reactiva.