Rajoy nos cuenta bien

El expresidente español Mariano Rajoy volvió a comparecer ante una alta instancia que investigaba hechos ocurridos durante su mandato. Se trataba de la comisión de investigación del Congreso sobre la operación Cataluña y la guerra sucia del estado español contra el independentismo catalán. En casos anteriores había declarado ante otra comisión del Congreso, por la trama de corrupción Kitchen; frente a la Audiencia Nacional, por el escándalo de corrupción Gürtel, y frente al Tribunal Supremo, en el juicio contra los líderes del Proceso. En todos los casos ha hecho lo mismo: alegar un completo desconocimiento sobre lo que se le pregunta, aunque en todos los casos se trate de hechos directamente relacionados con sus funciones como alto dirigente del Partido Popular o como presidente del gobierno de España. No sabe nada, él sólo pasaba por ahí. Imbuido del personaje que él mismo ha decidido proyectar en público (un señor rancio y despistado que podría estar en algún sainete de Alfonso Paso, tipo Los extremeños se tocan o Enseñar a un sinvergüenza) y que la opinión pública, y sobre todo los medios, decidió comprarle hace tiempo, suelta cuatro ironías, se hace el adorno, finge estar un poco molesto por haberlo estorbado, y lo suficiente. De esa absurda manera va pasando los días y las comparecencias, sin tener que asumir, de momento, responsabilidades por nada de lo que sucedió mientras él estaba en la primerísima línea política. A todo el mundo le hace mucha gracia, y ahora que le ha recordado a Rufián lo de las 155 monedas, ha logrado hacer incluso a muchos de los independentistas que ordenó vapulear el 1 de Octubre (de las cargas policiales de ese día también declaró que ni las había ordenado ni sabía nada).

Pese a la pésima relación que siempre tuvieron, Rajoy fue básicamente un continuador de las políticas de Aznar, sólo que Rajoy tenía menos pretensiones como salvapatrias y ninguna como estadista internacional. Él se movía mejor en las tramas de corrupción, las contabilidades extracontables, las cajas B y los pagos en diferido. La nostalgia de tiempos mejores, sin tantas feministas, tantos ecologistas, tantos colectivos LGTBIQ+ y tantos izquierdistas que no son exactamente como Alfonso Guerra ni como Felipe González, también le acompaña.

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Pero Rajoy no tuvo que responder de sus corruptelas ni de los abusos perpetrados por el ministerio del Interior durante los años que fue dirigido por Jorge Fernández Díaz y Juan Ignacio Zoido. Desde la matanza de inmigrantes en Tarajal hasta la policía patriótica contra los independentistas y la fabricación de pruebas falsas que después eran publicadas por medios de comunicación (desde la derecha sempiterna hasta la izquierda también patriótica), desde el fracaso en las negociaciones con Mas y Puigdemont hasta la aplicación de un 155 que fue de forma de golpe. De todo esto Rajoy hasta ahora ha salido con comparecencias puntuales en tono de alivio cómico. Las consecuencias las pagan el estado de derecho y la ciudadanía.