Rankings, récords y romances
A menudo nos quejamos de que las personas sólo somos números, pero finalmente todo, absolutamente todo, acabamos cuantificando. Lo de "lo importante es la calidad, no la cantidad" se convierte en una frase tan vacía como "lo importante es participar". Esta semana ha sido especialmente significativa en relación con las cifras, empezando por la Pascua, que también se valora en función de la venta de monas, y su precio, y del incremento de vuelos, un 11% respecto al año pasado en El Prat, por si fuera necesario. Y también, por si fuera necesario, más visitantes en Cataluña, en este caso un 10%. Los mismos números que satisfacen unos, por lo que la economía debe salir adelante, preocupan a otros, por lo que si no empieza ya el decrecimiento iremos todos a tomar por el saco, también masivamente. Pero entonces no se sabe quién va a pasar cuentas.
Los récords y rankings no escapan del día catalán más feliz del año, un Sant Jordi pletórico que este año no ha tenido ni que sufrir por el tiempo, pero que, puestos a sufrir, manifestaba inquietud por la proximidad con la Semana Santa, por lo que unos gastos no estropearan los otros. Nada. No es necesario sufrir. Sant Jordi está tan asegurado como sus listas contaminadas que no quitan nada. No hace falta ser una romántica de la literatura para ver que esto no toca, que no es el día para competir ni para ver quién tiene más o menos buen gusto leyendo, escribiendo o comprando. Los más vendidos de la jornada son las rosas y los libros, y que cada uno elija el que más le plazca, que por eso se publican tantísimos y tantos que no leeremos nunca, y enhorabuena a los premiados, que pedir que se erradique la competición no tiene nada que ver con el recelo, como tampoco con la consideración de que leer nos hace más buenas personas, ni de la más buena persona. interesante, y no pongo ejemplos. Estos datos, que unos encuentran información necesaria, y que quizás lo es, porque vete a saber las necesidades de cada uno, para mí ensombrecen un día radiante, haga el tiempo que haga. Y encima este Sant Jordi había otra cifra, la que baila siempre, la que baila en exceso, la de las manifestaciones. La convocada por la defensa de la lengua reunió en el centro de Barcelona a miles de personas, 15.000 según los organizadores, 2.000 según la Guardia Urbana. Yo que siempre he estado de suspender matemáticas diría que envían a los repetidores a contar a las manifestaciones. En todo caso, la lengua habrá que continuar defendiéndola, desde casa, desde el trabajo, desde las lecturas y desde las escrituras.
Pero mientras unos defendemos la lengua, otros se atacan por, supuestamente, defenderse. El gobierno español, que ha decidido aumentar el gasto en defensa, se ha metido en un lío interno por la compra de 15 millones de balas a una empresa israelí que debían ser para la Guardia Civil. Que se ve que no se puede criticar la postura de Israel respecto a Gaza y después comprarles armamento. Pero digo yo que la Guardia Civil no se quedará sin balas, así que tendrán que venir de otro sitio. El cinismo que hay en torno a la industria armamentista es tan descomunal que no se puede cuantificar con números. Algo como esto de los papas buenos y malos. Que estos días contamos también las horas de cola que se hacen para ver al papa muerto y la cantidad de personas que ya lo han visto, muchísimas, añadiendo cardenales y conspiraciones. Aunque si hay que hacer un ranking de rojos, yo en lo alto pondría la rosa de Sant Jordi y los claveles de la revolución portuguesa, que, hablando de armas, después de 50 años sigue siendo la mejor imagen que puede dar un fusil.