Reflejos de Portugal y de Europa

Un domingo electoral en Rumanía, Polonia y Portugal dejó resultados más o menos similares en estos tres estados miembros de la Unión Europea. A saber, en los tres casos la formación conservadora de cada país (Alianza Democrática en Portugal, Coalición Cívica en Polonia y la candidatura independiente del alcalde de Bucarest, Nicusor Dan) ha resistido la embestida de la respectiva extrema derecha. En el caso de Polonia se trata todavía de una primera vuelta, en la que el candidato de la derecha liberal –y también alcalde, en este caso de Varsovia, Rafal Trzaskowski– ha logrado superar por un margen estrecho al candidato ultra, Karol Nawrocki, a la espera de lo que pueda ocurrir dentro de dos semanas, en la segunda vuelta. En Rumanía, la primera vuelta la había ganado el candidato antieuropeo, George Simion, líder de la formación de extrema derecha AUR, admirador de Trump y de Viktor Orbán, pero en la segunda vuelta, y contra todo pronóstico, Nicusor Dan ha conseguido pasarle por delante, con un resultado que ha dado aire a la Comisión Europea de las Por último, en Portugal el hasta ahora primer ministro conservador ha logrado repetir en el cargo con una victoria ajustada ante los socialistas (los grandes derrotados de la jornada) y de la ultraderecha del partido Chega, que ha experimentado uno de esos crecimientos espectaculares que hacen las propuestas iliberales del mundo en estos años veinte del siglo XXI. Montenegro tendrá que gobernar en minoría y primero explorará las aritméticas parlamentarias que le permitan gobernar sin depender de la extrema derecha de Chega, pero mantiene una postura ambigua sobre lo que pueda ocurrir en el futuro. Con diferentes modulaciones, los partidos de la democracia liberal y de la socialdemocracia europea se encuentran con semejantes dilemas.

El caso de Portugal es interesante, porque Montenegro llegó al poder tras derribar al presidente socialista anterior, António Costa, con acusaciones de corrupción que después se demostró que eran falsas. Actualmente Costa es el presidente del Consejo Europeo, mientras que Montenegro ha tenido que convocar elecciones anticipadas (estas en las que ha salido reelegido por poco) debido precisamente a un escándalo de corrupción. Eso sí, las izquierdas retrocedieron a Portugal y, en cambio, la extrema derecha cogió más y más fuerza. Costa había sido el primer ministro del llamado milagro portugués, cuando en plena crisis mundial su gobierno progresista se alejó de las políticas de austeridad europeas y logró reducir drásticamente el déficit mientras subía los salarios. Alcanzó unos años de prosperidad en Portugal mientras la prioridad de su gobierno eran las políticas sociales y medioambientales. La caída de Costa, debido a las mentiras de los políticos y los medios de la derecha, se asemeja a la que quisieran el PP y Vox para Sánchez en España. Lo que nunca han dicho es qué vendría después, en caso de que lo consiguieran. La gobernanza errática e inestable de Montenegro en Portugal puede darnos alguna idea.