Renunciar a la certeza

No podemos estar seguros de nada, salvo la incertidumbre
Karl Popper

El apagón de esta semana nos llevó a vivir, de nuevo, una situación desconcertante, repentina y nunca vivida. De repente nos encontrábamos de nuevo con la incertidumbre. En medio del caos, con información escasa y propagación constante defake news, con hipótesis contradictorias y conspiranoicas, la capacidad de respuesta individual y colectiva se ponía a prueba. En esos momentos no podíamos predecir lo que pasaría, pero teníamos que tomar decisiones y actuar. De hecho, en medio de la emergencia a menudo adquirimos conocimiento, comunitario y personal, que refuerza nuestra resiliencia. Ésta es la buena noticia: de la crisis podemos hacer oportunidad.

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Situaciones como la que vivimos el pasado lunes (una crisis de horas, limitada en el tiempo y en la que en principio no había riesgo para la vida de las personas) pueden convertirse en un gran banco de pruebas de donde podemos extraer grandes aprendizajes para lo que pueda venir.

Para algunas personas fueron unas horas difíciles y angustiantes, para otras fueron un espacio para compartir y disfrutar de un tiempo que normalmente escasea. Sorprendía cómo buena parte de la gente estaba más conectada socialmente que nunca, gracias a la desconexión digital. Volvía el mirarse a los ojos y buscar soluciones creativas y compartidas ante un desafío incierto.

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El apagón –y también la cóvido, la guerra en Ucrania, los terremotos que provoca Trump, el kit de supervivencia…– nos muestra que la incertidumbre es una parte fundamental de la vida humana, la parte de nuestra historia que se fuga de nuestro control. Por eso es tan importante que lo aceptamos.

¿Y cómo podemos mejorar la gestión de la incertidumbre?

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Ante todo es esencial que reduzcamos la necesidad de certeza: esto será clave para adaptarnos a nuestro mundo. Aceptar la incertidumbre como parte inherente de la vida nos ayuda a reducir la ansiedad frente a situaciones de emergencia. Lo importante es aprender a convivir con esa realidad. En el fondo, cada día tomamos decisiones sin tener toda la información ni saber a ciencia cierta qué pasará, y ser conscientes de ello nos debe llevar a renunciar a una certeza absoluta que a menudo es inalcanzable.

Por otra parte, estamos acumulando experiencias complejas, tal y como hemos visto anteriormente, y esto debe ser incorporado como un gran valor. En momentos de crisis, confiar en la experiencia propia y colectiva puede ser clave. A menudo las intuiciones basadas en la experiencia o en el conocimiento práctico pueden ser tan efectivas como el análisis detallado y más complejo de datos.

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En este sentido, en momentos de incertidumbre también hay que simplificar las decisiones, con reglas mentales sencillas y confiables. De hecho, tal y como apunta el psicólogo Gigerenzer, utilizar reglas de heurística (reglas mentales sencillas) puede permitir tomar decisiones más rápidas, eficientes y adaptativas, especialmente en entornos complejos e inciertos.

Hoy uno de los grandes desafíos de la vida es cambiar nuestra mente ante fenómenos que, de forma tan abrupta, generan tanta incertidumbre. Sólo con esa actitud podremos prepararnos y aumentar nuestra resiliencia y adaptabilidad.